La decisión de un jurado de conciencia, formado por cuatro mujeres y tres hombres, de absolver a una hija luego de haber sido imputada por la muerte de su madre es un hecho que todavía divide opiniones.
Hay quienes consideran que merecía todo el castigo de la ley y otros que excusan el hecho debido a su padecimiento de trastornos mentales.
Por varios días, la doctora de 25 años, Jéssica Mendoza, estuvo recluida en la Sala 31 del Hospital Santo Tomás, recibiendo atención médica y psiquiátrica. Fue acusada de quitarle la vida a su madre Maribel Cristina Batista Uranis, de 45 años, con un punzón.
Según el libro Compilaciones Casuísticas Criminológicas de la Universidad de Panamá, ese 8 de junio de 2000 la joven acudió a un supermercado en calle 50 y compró una soda, unas golosinas y un punzón. Ese objeto era, supuestamente, para hacerle maldad a las llantas del carro de su novio.
Pero ella llegó a su apartamento y siendo las 10:00 p.m. se recostó sobre un sillón a ver la televisión. Se quedó dormida y fue despertada bruscamente por su madre, quien la tomó del brazo derecho, roció agua sobre ella y le decía: 'Para que salgan los malos espíritus' e invocaba a los ángeles.
La doctora intentó zafarse y fue cuando tomó un palo y le pegó a su madre, quien cayó aturdida. Enseguida buscó unos guantes de látex y el punzón que terminó clavado en el cuerpo de su madre, quien en un intento de defenderse le mordió el dedo a su hija, pero cayó al piso.
Las autoridades de Criminalística del Ministerio Público y de la Policía manejaron una tesis de que un hombre de tez morena se introdujo al apartamento y atacó a la desvalida mujer.
Esa versión fue descartada días después y la médica, en su primera indagatoria, adujo: 'Yo lo hice más bien por rabia, estaba llena de ira y cansada de muchas cosas'.
Sin embargo, los trastornos de la joven siempre contrastaron con la versión de que se trataba de una coartada para evitar las sanciones.
A pesar de sus rollos familiares, la joven doctora fue el primer puesto de honor de su promoción y el orgullo de sus seres queridos.
A pesar de sus logros había una serie de elementos que colmaron a la mujer, quien en cuestión de segundos se cegó y en un abrir y cerrar de ojos enfrentaba a la ley por el matricidio.
Estudios hechos a la doctora revelaron que tenía antecedentes de maltrato por parte de seres queridos no familiares. Además de que en ambas familias había antecedentes de personas con trastornos afectivos.
Según estudios hechos por el Instituto de Criminología, estos revelan que en múltiples ocasiones la causa de un homicidio entre parientes tiene su génesis en las frecuentes discusiones, la ambición o los celos que originan odio y antipatía tan graves que aún después de la muerte sobreviven en el victimario.
Alejandro Pérez, psiquiatra forense, expresó que son muchos los casos que se registran en Panamá de pacientes con enfermedades de esquizofrenia, pero que el papel de ellos es comprobar que cualquier persona acusada de un delito comprenda la ilicitud del acto.
Es por eso que si esa persona tenía ideas delirantes, alucinaciones, estudian el coeficiente intelectual, pero si tienen problemas de retraso mental moderado grado profundo es imputable e investigan si la persona estaba inconsciente.
La doctora no presentó ninguna de los problemas antes descritos y fue imputada por el supuesto delito contra la vida y la integridad.
Del 26 de febrero al 1 de marzo de 2000, el Segundo Tribunal Superior de Justicia realizó el juicio con jurados de conciencia, donde la declararon inocente porque sus apoderados legales, Carlos Carillo y Guillermina MacDonald,s plantearon en todo momento que la doctora padecía de problemas mentales al momento de agredir a su madre.
Hoy en día recibe atención médica y ejerce su profesión, luego de una serie de apelaciones que hizo la defensa para que se integrara a su vida profesional.
Nota: Carolina Sánchez