Escuelas que se preparan para recibir de nuevo a sus alumnos. Grandes comercios que han reabierto sus puertas o parques temáticos de la talla de Disney que planean hacerlo en los próximos días. Trabajadores que regresan a sus ocupaciones. Transportes públicos que se van llenando poco a poco. Hospitales improvisados que comienzan a desmantelarse tras dar de alta a sus pacientes. Y por encima de todo, la sensación, cauta pero creciente, de que lo peor de la epidemia del coronavirus podría haber pasado.
Cuando a finales de enero el Gobierno chino optó por sellar la provincia de Hubei, epicentro del brote de coronavirus donde viven 60 millones de personas, muchos señalaron que esta medida, además de atentar contra los derechos individuales, era ineficaz para contener la expansión de la epidemia.
Pero con el paso de las semanas y la progresiva disminución del número de infectados y fallecidos diarios –el domingo registró sólo 40 nuevos casos, la cifra más baja desde que se publican datos diarios–, el consenso emergente sobre “la mayor cuarentena de la historia” es que ha servido a China para contener la expansión del virus, ganar tiempo y permitir a gobiernos y agencias de salud extranjeras capacitarse algo mejor para esta epidemia de nuevo cuño.
“Debemos agradecer lo que ha hecho China porque sus drásticas medidas nos han dado más tiempo para prepararnos”, señaló un informe reciente de la OMS, que ayer también destacó que el 70% de los 80 mil infectados en el país ya se ha recuperado.
Pese al optimismo creciente, las autoridades chinas todavía no lanzan las campanas al vuelo, y recomiendan seguir extremando las medidas de contención contra la aparición de nuevos brotes o un aumento de los casos importados. De hecho, ayer falleció otro médico, Zhu Heping, en Wuhan, el cuarto en el hospital en el que trabajaba Li Wenliang, el primero en alertar del virus. Aún así, ante la subida de casos en el exterior, Pekín ha comenzado a sacar pecho en discursos y medios estatales para elogiar su gestión de la crisis y promover su respuesta como el más adecuado para lidiar con la epidemia frente a la lentitud de otras naciones.
“China ha actuado como un gran país responsable”, señala en un reciente artículo el diario nacionalista Global Times . “Sin embargo, debido a los prejuicios ideológicos y políticos contra China, las élites estadounidenses no creen que los movimientos y la experiencia de China sean de fiar o útiles”, criticó.
Ahora, China ayuda y asesora a otras naciones con problemas. La semana pasada, Pekín mandó a Irán un equipo médico junto a 250 mil mascarillas y 5 mil tests. Otro medio millón de máscaras voló de Shanghai a Daegu, epicentro de la epidemia en Corea del Sur. Y ayer mismo, se informó del envío de otro equipo de especialistas en control de enfermedades a Irak y de la aportación de 20 millones de dólares a la OMS para luchar contra el Covid-19. “Con esta ‘diplomacia médica’ también tratan de mejorar su imagen internacional negativa”, apuntó Wang Huiyao, presidente del Centro para China y la Globalización.
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