Cada 11 de abril, el mundo se detiene, aunque sea por un instante, para reflexionar sobre una de las enfermedades neurodegenerativas más comunes del planeta: el Párkinson. Esta fecha, establecida en honor al nacimiento de James Parkinson, el médico británico que describió por primera vez la dolencia en 1817, es un llamado global a la conciencia, la investigación y el acompañamiento humano.
Aunque el síntoma más visible es el temblor, el Párkinson es mucho más que eso. Se trata de un trastorno progresivo del sistema nervioso que afecta el movimiento, la coordinación y, en fases avanzadas, incluso el habla y la capacidad cognitiva. Fatiga, rigidez muscular, inestabilidad postural y lentitud de movimientos son algunos de los obstáculos cotidianos que enfrentan quienes viven con esta enfermedad.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, más de 10 millones de personas en el mundo viven con Párkinson, y aunque no existe una cura definitiva, los avances médicos han permitido mejorar la calidad de vida de muchos pacientes mediante tratamientos farmacológicos, fisioterapia y, en casos seleccionados, cirugía.
En este Día Mundial del Párkinson, los especialistas y asociaciones de pacientes coinciden en un mensaje clave: la empatía salva. Comprender los retos físicos, emocionales y sociales que conlleva esta enfermedad permite que familiares, cuidadores y la comunidad en general brinden un apoyo más efectivo y menos estigmatizante.

Es fundamental también el diagnóstico temprano, ya que muchas veces los primeros síntomas se confunden con signos del envejecimiento natural, lo que retrasa la intervención y agrava el impacto.
Un futuro con más esperanza
La investigación científica no se detiene. Hoy más que nunca se trabaja en terapias más eficaces, tecnologías de apoyo y medicamentos de nueva generación. Además, la inteligencia artificial y el desarrollo de biomarcadores prometen mejorar la precisión del diagnóstico y el monitoreo del progreso de la enfermedad.