Cuando se viven momentos cruciales en la cama de un hospital, las enfermeras nos convertimos en verdaderos ángeles blancos.
Desde la experiencia vivida atendiendo pacientes de covid-19 puedo decir que durante la pandemia no solo somos apoyo en el servicio a los pacientes en lo que respecta a la administración de medicamentos, sino también en el área espiritual, y más cuando los familiares no tenían acceso a las visitas.
Nos convertimos en esa voz de aliento, de ánimo, de esperanza, en ese gesto de amistad, de empatía y, sobre todo, de fe.
MI EXPERIENCIA PERSONAL
Se me asignó desde el día 25 de marzo del 2020 en sala del 4 piso del Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo Arias Madrid, atendiendo a pacientes de covid-19.
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En ese sitio vivimos tristezas, angustias, miedos y luego alegrías, cuando vimos a los primeros pacientes recuperados.
Era un encuentro de emociones, en donde sentíamos que caminábamos por un túnel sin ver la luz, pero sí con la esperanza de que Dios nos sostenía de su mano.
En ese momento sabíamos que no había recompensa terrenal que pagara el gran trabajo que el personal de enfermería realizaba por estos pacientes, pero sí que nuestra recompensa sería de parte de Dios.
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El tratar a cada paciente con amor, al saludarlos y escucharlos sabíamos que verdaderamente nos convertíamos en sus ángeles blancos y que quizás íbamos a escuchar sus últimas palabras antes de partir.
Es duro conversar con un paciente y al rato ya no poder hacerlo. Nos alentaba dar lo mejor de nosotros para que se sintiera que había una mano dispuesta a sostenerlos.
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Vimos partir a muchas personas y estamos seguros de que fuimos ese ángel blanco para muchas de ellas.
Nuestra profesión no es una profesión de fama, ni de alfombra roja, es de servicio, de servir a los demás sin importar el riesgo de enfrentarnos a un enemigo invisible como es este virus de covid-19, así lo sentimos.
En lo más difícil de la pandemia solo pedía no enfermarme para seguir sirviendo y así sucedió, me mantuve sana, eso sí, más de un hisopado me tuve que hacer para estar segura de que no portaba el letal virus, hasta que llegó la vacuna y sentimos un poquito más de tranquilidad, aunque como bien se sabe, esto no ha terminado y todos los días es un nuevo reto.
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Por eso y por muchas experiencias vividas en el día a día de mi profesión de enfermería, puedo decirles con certeza que somos los verdaderos ángeles blancos.
Y soy testimonio de cómo la parte espiritual y emocional de un paciente lo ayuda en su recuperación, de cómo ese trato amable al paciente, esa voz de aliento causa una actitud positiva en los pacientes y un deseo de vivir y de recuperarse.
Lucía Gutiérrez
Enfermera