Mientras las investigaciones sobre el homicidio múltiple de siete jóvenes, ocurrido en un bunker en el sector de Espinar, provincia de Colón, siguen su curso, la psicóloga forense Lesbia González considera que los homicidas pudieran tener trastornos de personalidad, podría tratarse posiblemente de sociópatas, con odio hacia la sociedad; y psicópatas, que disfrutan del dolor ajeno sin remordimientos.
Dijo que en el hecho de sangre que ha consternado a todo un país, ve mucha frustración, rabia, dolor, odio e irrespeto profundo por la vida humana.
Eso sí, de acuerdo a la especialista, los homicidas son imputables (responsables de sus actos y capaces de enfrentar cargos) porque sabían perfectamente lo que hacían. No les tembló las manos para asesinarlos uno a uno a sangre fría. Lo disfrutaron.
“Sí estaban conscientes, sabían perfectamente lo que estaban haciendo”, afirmó.
“Si yo puedo ir disparándole poco a poco a las personas y viendo cómo está sufriendo el que va a recibir el siguiente disparo, es porque a mí no me importa en absoluto, para nada, con la vida de nadie y estoy disfrutando”, dijo González este domingo en el programa Cara a Cara de Telemetro,
Manifestó que “el virus, la pandemia no le preocupa al delincuente, precisamente, porque no tiene respeto por la vida ni por la sociedad'.
“Es lo que hablamos en psicología de entrar desde la sociopatía, que es el odio hacia la sociedad (y que se le asocia a los asesinos en serie) hasta la psicopatía, cuando la persona está enferma, no siente ningún dolor por los demás, ninguna ansiedad por lo que está haciendo. Por el contrario, está disfrutando, porque de alguna manera él apaga el verdadero sufrimiento que él sí tiene de haber sido una persona que quizás ha sido sometida a mucho abuso”, manifestó la psicóloga.
“En el crimen de Colón vemos una frustración enorme, una rabia contra los demás. Los chicos en Colón eran unos chicos felices que estaban paseando, disfrutando de un día y eso también puede estar en la mente del individuo como algo que no le gusta ver que tú estés feliz y yo no haya tenido esas oportunidades. Esto puede ser, a manera de hipótesis, porque aún falta mucha tela por cortar con este caso”, dijo la especialista.
“Me atrevo casi a asegurar que son personas que han sido muy maltratadas, muy abusadas, que no han tenido ni un mínimo de oportunidad de ser queridas, nosotros desarrollamos una hormona que se llama la oxitocina , cuando somos abrazados y queridos, que nos sentimos protegidos, amados. Estas personas no han podido a través de su vida, de niñez, ni adolescencia, y no sé si son ya adultos, pero pienso que son personas bastante jóvenes que no han sentido lo que es la protección y el amor; y han derramado toda esa rabia toda esa frustración sobre estos jóvenes que sí de alguna manera estaban disfrutando del cariño y aceptación de su familia, o que tienen una mejor calidad de vida”, dijo González.
Explicó que se especula también algo sobre celos. “La celotipia también forma parte de los trastornos mentales en los cuales las personas están frustradas de que otro individuo tenga lo que él no tiene o que él cree merecer y busca quitárselo al otro de la manera que sea”.
González, quien laboró por 12 años en la desaparecida PTJ, hizo todo un repaso por el perfil psicológico del criminal panameño. Dijo que en los años setenta se centraban en el ladrón común, el oportunista que aprovechaba el descuido de las personas, engañando, el carterista. En los ochenta, hubo más homicidios, la violencia doméstica no estaba tipificada y había una fuerza poderosa con los militares contra la delincuencia más allá de los derechos humanos.
En los años 90 comenzó una era de derechos humanos, en el 95 comienza a aparecer la ley de violencia doméstica para intentar minimizarla, lo que hasta hoy no se ha podido.
“Lo que ha permanecido en la mente del panameño delincuente ha sido la imitación”, dijo.
“El hecho de que tengamos más violencia intrafamiliar, es obvio que va a ser reflejado afuera... Un niño que se cría en un hogar donde siempre hay pelea, golpes, faltas de respeto no es una persona que desarrolla autoestima... Se han hecho cosas positivas por el delincuente, pero no se han tocado los temas medulares, profundos, como la educación, y la inteligencia emocional y el desarrollo de las emociones”.
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¿Cómo evitar que una persona se convierta en delincuente y llegue a ese punto?
Falta trabajar en la mente de las personas para evitar que se conviertan en delincuentes, considera González.
Cree que es en el núcleo familiar donde se debe empezar a trabajar, en casa, donde se puede controlar, motivar en familia, brindar cariño, protección y valores.
A la larga hemos perdido el amor, la empatía con el ser humano para que pueda quererse, amarse, respetarse, unirse en una relación sana con su comunidad, pero empieza desde el hogar y no ha sido reforzado en el sistema educativo, dijo la especialista.
Hay quienes dicen que los educadores no tienen que trabajar formación, sino dar solo información, eso no es cierto, porque el ser humano es integral, dijo.
La psicóloga forense y docente universitaria, abogó por la educación constructivista que desarrolla las habilidades. Asegura que “todas las personas son inteligentes, capaces y extraordinarias... se dirige a desarrollar tu inteligencia a desarrollar lo que sabes hacer bien”.
“Lamentablemente la educación tradicional es conductista ha sido dirigida solo a lo que no sabes hacer, se ensañan con lo que no haces bien.. cuando en realidad el enfoque es lo que sí haces bien”, explicó.
“Una persona que está desarrollando lo que sí sabe hacer, que construye su conocimiento de acuerdo a su propia inteligencia y su desarrollo formativo, esa persona está contenta, feliz, desarrolla endorfina que es la hormona de la felicidad y le es más fácil entrar en materias que les son un poco más complicadas”.
“Si la educación se dirige de esa manera no hablaríamos de fracaso sino de éxito... Una persona exitosa es feliz, no molesta, no afecta, no hace daño, sabe enfocar mejor sus problemas, sabe cómo manejar sus conflictos y tiene capacidad para enfrentarse a situaciones nuevas sin o con menor violencia que lo que estamos viendo”, dijo.
Admitió que hemos tocado fondo. “El dilema es que si se hace o no algo para salir de allí, la respuesta está en la educación formal, de casa y en la emocional. Nos falta el accionar”, dijo la especialista.