La masacre de Coiba: Un capítulo de horror en la historia penitenciaria de Panamá
El 28 de enero de 1998, la isla de Coiba fue escenario de uno de los crímenes más brutales registrados en el sistema penitenciario panameño. En un acto de barbarie, cuatro internos fueron torturados y decapitados con machetes y hachas, marcando un hecho que aún resuena como una de las tragedias más impactantes en la historia del país.
Un intento de libertad que terminó en tragedia
Todo comenzó seis días antes, cuando cinco reclusos, miembros de la pandilla “Los Perros de San Joaquín,” emprendieron una fuga desde uno de los campamentos del penal. A bordo de una balsa improvisada, Ricardo Alexis “King” Powel, Walter “Punchi” Murillo, Rafael “Rambeao” Córdoba Chavarría, Francisco Javier Villarreal y Fermín Arias Rojas soñaban con alcanzar la libertad. Sin embargo, las corrientes los llevaron de vuelta a “Playa Hermosa,” otro campamento del penal.
Exhaustos, decidieron descansar en la playa, ignorando que este lugar se convertiría en el escenario de su muerte. Según el único sobreviviente, Fermín Arias, el grupo fue atacado por otros internos, identificados como miembros de la pandilla “Los Hijos de Dios.” Armados con machetes y hachas, los agresores los sometieron, torturaron y, finalmente, los decapitaron.
La escena del crimen
Los cuerpos de las víctimas presentaban múltiples heridas superficiales, lo que indicó que fueron torturadas antes de ser asesinadas. Las decapitaciones, según la necropsia, se realizaron mientras las víctimas aún estaban con vida, y requirieron varios intentos. El cuerpo de Francisco Villarreal nunca fue encontrado, presumiéndose que fue devorado por tiburones tras ser arrojado al mar.
El juicio y las condenas
En 2002, tras un juicio en el Tribunal Superior del Segundo Distrito Judicial, los responsables, entre ellos Joao Enrique Garcés Bobel, alias “Yohaíto,” y Orlando Antonio Blychanton Cadogan, alias “Pedro Navaja,” fueron condenados a 20 años de prisión por homicidio doloso agravado. Los agresores intentaron borrar las evidencias lavando las armas con diésel, pero las manchas de sangre y su comportamiento delataron su culpabilidad.
Consecuencias tras las rejas
La violencia no terminó con las condenas. En años posteriores, algunos de los responsables, como Omar “Caña” Hurtado y Abel Méndez Escobar, alias “Abelito,” fueron asesinados en los penales de La Joya y La Joyita. Actualmente, solo tres de los condenados por la masacre permanecen cumpliendo su sentencia.
Un penal marcado por la violencia
Coiba, una prisión ubicada en el Pacífico panameño, era conocida por las condiciones inhumanas y los constantes enfrentamientos entre pandillas. Dividida en 23 campamentos y custodiada por un reducido número de agentes, la isla albergaba reos que incluso producían su propia comida, desde siembras hasta ganado. Este ambiente hostil fue el caldo de cultivo para tragedias como la masacre de 1998.
Un episodio que no se olvida
La masacre de Coiba no solo refleja la brutalidad de las pandillas, sino también las falencias del sistema penitenciario panameño en ese momento. A más de dos décadas de los hechos, este caso sigue siendo un recordatorio de la necesidad de reformas profundas en el manejo de los centros de reclusión y la lucha contra la violencia interna en las cárceles del país.