En un giro que ha traído alivio a quienes aún sienten el horror de aquel fatídico día de agosto de 2013, los jueces de cumplimiento le cerraron las puertas a la libertad domiciliaria de Arturo Armando Andrade Núñez, el hombre detrás del brutal asesinato de dos empresarios colonenses. Andrade, quien fue condenado a 38 años de cárcel por homicidio doloso y robo, no verá la luz fuera de las rejas.
Los recuerdos aún son frescos para quienes conocieron a Salvatore Cipponeri Martinico y su hijo Daniele Filippo Cipponeri Carcamo, las víctimas de esta sangrienta emboscada en plena luz del día en el Corredor Sur. Ambos fueron interceptados por Andrade y sus cómplices en una fría ejecución que tenía un solo objetivo: robarles 60 mil balboas. A cambio de la vida de un padre y su hijo, el asesino huyó con el botín, dejando un rastro de muerte y dolor en la carretera.
En la audiencia, la fiscal Minerva Camargo Rodríguez, implacable en su postura, presentó ante el tribunal los motivos por los cuales el reemplazo de la pena no era opción para un asesino de tal magnitud. “No podemos permitir que la memoria de las víctimas quede impune”, declaró con firmeza.
Los detalles del crimen siguen resonando: Cipponeri y su hijo conocían a la persona que les tendió la trampa, alguien en quien confiaron para cambiar euros por dólares. Pero el destino cruel les jugó una carta mortal cuando ese intermediario contrató a dos menores de edad para realizar el robo, culminando con la decisión de acabar con la vida de los empresarios.
A pesar de la captura de Andrade y sus secuaces, solo se logró recuperar 9 mil de los 60 mil balboas robados, un botín que no podrá jamás compensar las vidas truncadas.
Este rechazo a la detención domiciliaria de Andrade es visto como un triunfo para la justicia y una advertencia para quienes buscan usar el crimen como vía para enriquecerse. “Los monstruos como él no deben caminar entre nosotros”, susurraba una de las personas que asistió a la audiencia, reviviendo el escalofrío de ese fatídico 24 de agosto.
El verdugo del Corredor Sur no verá la libertad, y los Cipponeri seguirán esperando la verdadera justicia que ninguna sentencia parece alcanzar.