No era la primera vez que la habitación #47 del Hotel El Panamá, con una privilegiada vista a las cabañas y la refrescante piscina, era cómplice de una noche de placer entre varias personas.
Su discreta ubicación era perfecta para escapadas de “amor y de perdón”. Pero no todos los encuentros son iguales y el del 7 de julio de 2018 fue inolvidable.
Allí se reunieron entre luces, ron y cervezas, sábanas blancas, toallas mojadas y otros aromas especiales, amigos, parientes, conocidos, exparejas, que compartían muchas cosas, pero tenían en común algo: Guardar el secreto de la habitación #47.
Mientras reina el líbido y la alegría nunca se piensa que la tragedia va a tocar a la puerta. ¡Toc, toc, toc!
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Pero resulta que luego de una noche intensa, en una de las escaleras del famoso hotel y muy cerca de las cabañas se encontró a un hombre agonizando. Estaba tirado en medio de un charco de sangre.
Ya el sol amenazaba con penetrar por todos lados y por eso los secretos quedarían al descubierto.
Fue Valentín Calderón, uno de los huéspedes en el Hotel El Panamá quien se encontró moribundo a Eduardo Calderón, de 37 años de edad.
Lo hizo cuando se disponía a buscar hielo porque a pesar de lo entrado de la madrugada, la rumba y la diversión no podían parar.
Ante tan macabra escena, de inmediato saltó como un resorte y pidió ayuda. ¡No era para menos!
Un seguridad del hotel, ni corto ni perezoso, lo auxilió porque el que fue encontrado en medio de un charco de sangre horas antes había sido uno de los selectos ocupantes de la famosa recámara. Él era conocido y estaba marcado por el placer.
Lo auxiliaron como buenos “samaritanos” y como el hombre se quejaba y sentía que la vida se le iba en un suspiro, personal de emergencia lo llevó al cuarto de urgencias del hospital del pueblo, el Santo Tomás.
SORPRESA
Mientras la ambulancia con su peculiar sonido de la sirena transportaba el cuerpo agonizante de Eduardo Calderón hacia el Santo Tomás, en la habitación #47 Hidadi Santos Saavedra, de 42 años de edad, estaba solo y tirado desnudo en la cama. Solo lo cubría una toalla mojada. Sus pies colgaban del cómplice inmueble de sábanas blancas.
Lo que llamó la atención del testigo Valentín Calderón y del seguridad del hotel fueron las manchas de sangre que eran como un camino rojo que conectaban la escalera de la cabaña del mencionado cuarto.
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Como si un angelito le avisara algo, el testigo Valentín Calderón tomó fotografías con su celular de las manchas de sangre y de todo lo que pudo.
Esas imágenes lo tienen en la calle, porque sobre lo ocurrido todavía hay muchos secretos.
Mientras el testigo Valentín Calderón recopilaba lo sucedido, el cuñado del hombre encontrado tirado en el charco de sangre, y que ahora estaba en un cuarto de urgencias, salía del hotel como si nada.
Ese hombre era Hidadi Santos Saavedra, excuñado de Eduardo Calderón (víctima) y amigo de un cura muy popular.
Como el tiempo no se detiene, mientras Hidadi Santos Saavedra regresaba a su casa y daba diferentes versiones de lo que le había pasado, su excuñado y uno de los compañeros de la habitación #47 ahora estaba solo y en una nevera fría del “elefante blanco”, como se le conoce al Santo Tomás.
Los médicos decretaron su muerte 24 horas después de haber llegado. Murió producto de un traumatismo craneoencefálico severo, causado por un golpe contundente. Allí terminó su vida y se sepultaron muchos secretos.
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Otros que también trataron de sanear todo lo que pasó fue el personal de aseo del hotel que, tras órdenes superiores, limpiaron, barrieron, pintaron las paredes, trapearon y quitaron todas las manchas de sangre que pudieron porque, obviamente, eso espanta a los clientes.
Con eso se perdían evidencias y sería más difícil comprender por qué una noche de “orgía” terminaría en un enredo judicial que ha sido difícil desentrañar.
Pero a pesar de la muerte de Eduardo Calderón, de la limpieza en el hotel y de que Hidadi Santos Saveedra salió huyendo del lugar y contó muchas cosas a sus familiares y reiteraba una y otra vez, como cuento de borracho, que no se acordaba de nada, fue aprehendido por las autoridades policiales.
Es el principal sospechoso de la muerte de su excuñado y, al parecer, compañero íntimo Eduardo Calderón.
La acción de las autoridades se produjo ocho días después de su sorpresiva muerte.
ÚNICO DETENIDO
Cinco días más tarde, fue llevado ante un juez de garantías y lo imputaron por homicidio doloso en calidad de autor.
La imputación de Hidadi Santos Saavedra fue como si se destapara una “olla de grillos”, a pesar de que él nunca ha querido hablar ni con las autoridades.
Se conoció que la habitación #47 era conocida como la “oficina de las orgías”, que era pagada por un padrino no muy santo, a quien el hoy imputado conoce desde hace muchos años porque fue su monaguillo.
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Era el mismo cura que un día le enseñó a rezar, pero que ahora le ofrecía servicios de confesión en privado.
Los peritos de Medicina Legal aseguraron en su informe, y luego de muchas pruebas practicadas, que la noche del 7 de julio del 2018 ocurrió efectivamente algo trágico en el cuarto #47, pues los rastros de sangre y de fluidos dieron positivos para Hidadi y la víctima.
Esos elementos y muchos otros persiguen a los únicos imputados, Hidadi Santos Saavedra, como autor, y al cura separado David Cosca, como encubridor.