El pasado fin de semana, José María Infanzón Castro, más conocido como “Media Luna”, partió de este mundo. El ex delincuente, que una vez sembró el pánico en Panamá, ahora es recordado como un predicador que dedicó sus últimos años a compartir su testimonio de fe.
Según reveló una fuente a Mi Diario, “Media Luna” falleció tras haber compartido palabra de Dios en Río Hato la noche del viernes, invitado por el Ministerio Apostólico y Profético Amor Fraternal, liderado por el apóstol Juan Carlos Quintero.
Durante los 90, Infanzón se hizo famoso como el criminal más buscado del país.
Desde niño, su vida estuvo marcada por la delincuencia. A los 10 años ya había abandonado el hogar y la escuela, tras ser expulsado por una travesura que marcó su destino. En las calles, pronto cayó en las garras del crimen, y no tardó en convertirse en un nombre temido por las autoridades. Se fugó de cinco prisiones, protagonizó tiroteos con la Policía Nacional y fue señalado como el responsable de múltiples delitos, entre ellos, secuestros y asaltos.
Aunque nunca fue un hombre de imágenes o amuletos, Infanzón siempre llevó a Dios en su corazón. “Si Dios no me ha dejado morir es porque tiene un propósito para mí”, decía él mismo al recordar las 36 cicatrices de bala que lleva en su cuerpo como marcas de su vida violenta.
En el 2021, su vida dio un giro inesperado. Agobiado por la falta de dinero durante la pandemia, estuvo a punto de retomar su vieja vida criminal. Sin embargo, recordó la Biblia que le había regalado 18 años atrás el apóstol Manuel A. Ruiz “Sopla Dios” y decidió pedir perdón de corazón, renunciando a todo lo que había sido.
esde entonces, Infanzón dedicó su vida a predicar la Palabra y a ayudar a otros jóvenes a salir de ese oscuro camino.
“Media Luna” fue conocido no solo por sus delitos, sino por sus audaces fugas y asaltos.
En 1996, escapó de un búnker prisión en la isla Naos, y en un tiroteo en Altos de Santa María, recibió casi 40 heridas de bala. A pesar de sus numerosos crímenes, hoy se le recuerda como un hombre que supo cambiar su destino. “Todo el dinero que gané se fue como agua entre las manos. La riqueza malhabida no deja nada bueno”, solía decir, aceptando las consecuencias de su pasado.
Nacido en Cabo Verde, Curundú, Infanzón fue un niño aplicado en la escuela, al que llamaban “el licenciado” por su elocuencia y habilidad en actividades académicas.
Sin embargo, una mala decisión a temprana edad lo apartó de ese futuro prometedor. Tras perder a su hermano mayor, quien le dejó el apodo de “Media Luna” por la forma de una cicatriz en su cabeza, Infanzón continuó por el camino de la violencia, hasta que encontró su redención en la fe.