San Miguelito volvió a ser escenario de sangre y plomo. Lo que debía ser una noche de apuestas y adrenalina en una pelea de gallos terminó en una ejecución a quemarropa. José Ismael Flores, aún con la rabia de haber perdido su dinero y con su gallo malherido entre las manos, no imaginó que su última pelea no sería en la arena, sino en una vereda oscura del sector 3 de Samaria.
Cuando todavía se limpiaba las heridas del combate, un verdugo en las sombras lo tenía en la mira. Sin previo aviso, el sicario le descargó ocho tiros en el cuerpo, asegurándose de que esta vez no habría revancha.
Los asistentes, que apenas segundos antes gritaban y apostaban, ahora huían despavoridos. El asesino, sin prisa y con precisión, desapareció entre los callejones antes de que alguien pudiera reaccionar.
Las primeras versiones indican que Flores, de unos 35 años, habría estado vinculado a disputas de apuestas clandestinas, aunque la policía no descarta un ajuste de cuentas. Mientras tanto, la comunidad de Samaria suma otro nombre a su lista de caídos, y el sicario sigue suelto, tal vez esperando su próxima presa.