Hace cuatro años La Joyita parecía más un vertedero que una cárcel. Los reos caminaban sobre montañas de basura y comida podrida y dormían entre ratas y olores inmundos. Cansados de semejante miseria, un grupo de presos ideó un programa de reciclaje que ha revolucionado tanto el penal como sus vidas.
Aquí hay 25 libras, aunque acuérdate de descontar lo que pesa la caja', le dice un convicto a uno de sus compañeros mientras retira de una desgastada pesa una caja llena de latas de aluminio aplastadas.
En un extremo del patio principal del centro penitenciario, un cartel fabricado con tapones de botellas de plástico indica la entrada a la planta de reciclaje del programa 'Ecosólidos', un proyecto innovador que se está replicando en otras cárceles del país y en el que actualmente participan 600 presos.
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Organizados en varios grupos de trabajo y en jornadas de 8 horas diarias, los reos recolectan la basura, la separan por materiales y la llevan a esta planta de reciclaje.
El metal y el aluminio se compacta y se almacena para que el Estado lo venda, mientras que los desechos orgánicos se convierten en abono para alimentar el huerto del mismo penal. También se construyen sillas con palés y contenedores de basura con botellas de plástico.
Gracias a 'Ecosólidos', por el que se han interesado otros países de la región, los presos consiguen reciclar el 90 % de las 5 toneladas de residuos que generan al mes.
Le ahorramos dinero al Estado porque ya no tienen que venir a recoger nuestra basura y le damos ingresos porque venden los residuos reciclables. Eso sí, no me preguntes que hacen con ese dinero', bromeó Julio Rodríguez.
Rodríguez forma parte del grupo original que en 2015 secundó y sacó adelante la idea del reo Franklin Ayón, un ingeniero medioambiental que se empeñó en solucionar la deficitaria gestión de residuos del penal.
No trabajamos con máquinas modernas, son máquinas hechas por nosotros mismos, es casi todo manual. Al principio no teníamos ni guantes ni mascarillas, pero fuimos consiguiendo apoyos, como el del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)', explicó el preso, a punto de salir en libertad tras cumplir una pena de 8 años por robo.
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La iniciativa, que les permite conmutar un día de pena por dos de trabajo, ha hecho suyo el mantra típico del reciclaje, pero le ha añadido una erre más: reduce, recicla, reutiliza y resocializa.
La subdirectora del Sistema Penitenciario, Sharon Díaz, indicó que 'Ecosólidos' ha creado conciencia medioambiental en los presos y les ha ayudado a fortalecer su 'sentido de la responsabilidad', ya que la mayoría apenas tenía rutinas y horarios antes de entrar en la cárcel.
El programa ha mejorado además su higiene y su estado de ánimo. Las cárceles centroamericanas están, por lo general, lejos de ser una quimera, pero para los privados de libertad la situación hace unos años en La Joyita sobrepasaba todos los límites.
Ubicada a las afueras de la capital, en un complejo carcelario donde hay otros dos penales, La Joyita tiene capacidad para 1.200 personas, pero actualmente alberga a 3.750 presos, un hacinamiento que se agravaba cuando los reclusos compartían espacio con toneladas de basura.
Por algo llamaban a esta cárcel la antesala del infierno. De mi pabellón solían sacar cada año a 4 con tuberculosis', aseguró José Ángel Castillo, un veterano del centro.
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La mala disposición de los residuos no es solo un problema carcelario. ONU Medio Ambiente calcula que en Latinoamérica se recicla solo el 10 % de la basura que se genera y que se quedan sin recoger un total de 35.000 toneladas de desechos al día, especialmente en las zonas pobres.
Esta cárcel es un reflejo de lo que es el país. Los panameños somos unos cochinos', lamentó un pandillero que pidió permanecer en el anonimato.
Vía: EFE