Quiero compartir con usted, amigo lector, la emoción que atesoro tras haber recibido a los 49 peregrinos polacos que se están alojando en nuestra sinagoga.
Mucho después de haber tomado la decisión de alojar peregrinos, como expresión de apoyo al éxito del evento y colaborando con la gran labor que realizan nuestros amigos y vecinos de la parroquia San Lucas en Costa del Este, nos enteramos de que esto era algo inédito. Nunca había sucedido algo similar en una JMJ.
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Esa expectativa generó un entusiasmo que atravesó –gracias a la velocidad de lo virtual– toda la sociedad panameña y con esa energía, con los mensajes de apoyo y felicitación, esperamos ansiosos la llegada de nuestros visitantes.
Por eso, cuando bajaron del bus con sus banderas de Polonia, estrechando amistosamente nuestras manos con una sonrisa en la boca y muchos de ellos diciéndonos 'shalom' ('paz', tradicional saludo judío), un profundo sentido de emoción nos embargó a todos los presentes. De alguna manera éramos conscientes de lo trascendental que encerraba ese encuentro.
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Miembros de la congregación, amigos y voluntarios de la parroquia y distinguidos visitantes que nos acompañaban, todos unidos junto a los jóvenes peregrinos en un ambiente de camaradería fraterna.
Rabino Gustavo
El cartel con la frase 'bienvenidos peregrinos' escrita en español, hebreo y polaco permanecía detrás como un silencioso testigo de ese instante cargado de magia.
ROMPEN BARRERAS
En ese momento, las diferencias idiomáticas, culturales y religiosas ya no importaban.
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El afecto, la hermandad y la calidez humana superaban cualquier barrera y cobraron vida las palabras del salmista (133:1):
Mira cuán bello y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía'.
Colaboración del Rabino Gustavo Kraselnik
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