Casi desde el mediodía miles de peregrinos y nacionales abarrotaron el Campo Santa María La Antigua (Cinta Costera) para experimentar en carne propia la Apertura de la Jornada Mundial de la Juventud o la denominada Ceremonia de Acogida en la que el papa Francisco daría sus primeras palabras ante la multitud.
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Algunos disfrutaron de los artistas en la inmensa tarima alzada cerca del Mercado del Marisco, otros afectados por el calor se refrescaban en los lugares habilitados para hidratarse y otros simplemente aguardaban ansiosos el mensaje del papa.
A eso de las 5:00 de la tarde la carvana del papa iniciaba su recorrido y Francisco desde el papamóvil saludaba a la gran cantidad de jóvenes y adultos que lo aguardaban emocionados y agitaban sus banderas.
Al llegar a la gran tarima Francisco fue recibido por un acto cultural en el que participaron artistas como Margarita Henríquez y Ricardo Velásquez, mientras que Roly Sterling era uno de los anfitriones en español, pues la ceremonia fue presentada en cinco idiomas (español, italiano, portugués, francés e inglés), una por cada continente.
Deportistas como Felipe 'Pipe' Baloy y César Barría entregaron obsequios al pontífice.
Las palabras del clero panameño se expresarían por el Monseñor José Domingo Ulloa, quien agradeció la visita del papa y a los panameños por permitir que este sueño se hiciera realidad.
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El momento esperado llegó cerca de las 6:00 de la tarde y el discurso del padre se desarrollaría basado en el amor más allá de las diferencias, en ese amor que nos enseñó Jesucristo, que no anula, no discrimina, no avasalla ni humilla. El amor que no divide y que muy por el contrario debe unirnos. El mismo amor que profesó María al aceptar su misión de concebir a Jesús por obra del Espíritu Santo.
En este mensaje de apertura el papa hizo dos referencias muy especiales. La primera de ella fue del papa Benedicto XVI el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior'.
Y en la segunda el sumo pontífice recordó al mártir centroamericano y recién canonizado monseñor Óscar Romero, quien expresó que 'el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo'.
A través de un discurso incluyente e interactivo con los jóvenes presentes Francisco invitó a los jóvenes a caminar y a amar sin importar las diferencias. Curiosamente utilizó las siglas GCU (Gente Como Uno) utilizando siglas para llegar a los chicos y bajo estas exhortándolos a que vivieran sin complicaciones ni banalidades.
Y finalmente les interrogó si preferían construir puentes o muros, y ante la respuesta de que preferían construir puentes, los invitó a seguir con esa línea de pensamiento.
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A Panamá le pidió ser un país que vaya más de ser un canal que une a dos mares y que se distinga por ser un país donde la fe y el amor por Cristo se viva intensamente y una a través de esto.
Para los que deseen apreciar el discurso completo del papa Francisco en la Apertura Oficial de la JMJ aquí se los dejamos
Queridos jóvenes, ¡buenas tardes!
¡Qué bueno volver a encontrarnos y hacerlo en esta tierra que nos recibe con tanto color y calor!
Juntos en Panamá, la Jornada Mundial de la Juventud es otra vez una fiesta de alegría y esperanza para la
Iglesia toda y, para el mundo, un enorme testimonio de fe.
Me acuerdo que, en Cracovia, algunos me preguntaron si iba a estar en Panamá y les contesté: 'yo
no sé, pero Pedro seguro va a estar. Pedro va a estar'. Hoy me alegra decirles: Pedro está con ustedes para
celebrar y renovar la fe y la esperanza. Pedro y la Iglesia caminan con ustedes y queremos decirles que no
tengan miedo, que vayan adelante con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y
moviliza a ser más alegres y disponibles, más 'testigos del Evangelio'. Ir adelante no para crear una Iglesia
paralela un poco más 'divertida' o 'cool' en un evento para jóvenes, con algún que otro elemento
decorativo, como si a ustedes eso los dejara felices. Pensar así sería no respetarlos y no respetar todo lo que
el Espíritu a través de ustedes nos está diciendo.
¡Al contrario! Queremos reencontrar y despertar junto a ustedes la continua novedad y juventud de
la Iglesia abriéndonos a un nuevo Pentecostés (cf. SÍNODO SOBRE LOS JÓVENES, Doc. final, 60). Eso solo es
posible, como lo acabamos de vivir en el Sínodo, si nos animamos a caminar escuchándonos y a escuchar
complementándonos, si nos animamos a testimoniar anunciando al Señor en el servicio a nuestros
hermanos; servicio concreto, se entiende.
Sé que llegar hasta aquí no ha sido nada fácil. Conozco el esfuerzo, el sacrificio que realizaron para
poder participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo y dedicación, encuentros de reflexión y oración
hacen que el camino sea en gran medida la recompensa. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar
sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo de arriesgar y ponerse a caminar. Esa es su mayor
alegría, estar en camino. Ustedes no tuvieron miedo de arriesgar y caminar. Hoy podemos 'estar de rumba',
porque esta rumba comenzó hace ya mucho tiempo en cada comunidad.
Venimos de culturas y pueblos diferentes, hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes.
Cada uno de nuestros pueblos ha vivido historias y circunstancias diferentes. ¡Cuántas cosas nos pueden
diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos y sentirnos felices por estar juntos. Eso es posible
porque sabemos que hay algo que nos une, hay Alguien que nos hermana. Ustedes, queridos amigos, han
hecho muchos sacrificios para poder encontrarse y así se transforman en verdaderos maestros y artesanos
de la cultura del encuentro. Con sus gestos y actitudes, con sus miradas, sus deseos y especialmente con su
sensibilidad desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar
división, en excluir o expulsar a los que 'no son como nosotros'. Y esto porque tienen ese olfato que sabe
intuir que «el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad
OFICINA DE PRENSA DE LA SANTA SEDE 3/2
superior» (BENEDICTO XVI, Homilía, 25 enero 2006). Por el contrario, sabemos que el padre de la mentira
prefiere un pueblo dividido y peleado, a un pueblo que aprende a trabajar juntos.
Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir
todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, escuchando la misma música o llevando la camiseta
del mismo equipo de fútbol. No, eso no. La cultura del encuentro es un llamado e invitación a atreverse a
mantener vivo un sueño en común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que
Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el
corazón de cada hombre y cada mujer, en el tuyo y en el mío, a la espera de que encuentre espacio para
crecer y desarrollarse. Un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá
en cada corazón. Un sueño que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que
los escuchamos: «Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes. En eso
todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,34-
35).
A un santo de estas tierras le gustaba decir: «el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay
que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo
es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo» (cf. S. OSCAR
ROMERO, Homilía, 6 noviembre 1977); es desarrollar el sueño por el que dio la vida: amar con el mismo
amor que nos ha amado.
Nos preguntamos: ¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué nos mueve a
encontrarnos? La seguridad de saber que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y
no podemos callar y nos desafía a responder de la misma manera: con amor. Es el amor de Cristo el que
nos apremia (cf. 2 Co 5,14).
Un amor que no 'patotea' ni aplasta, un amor que no margina ni calla, un amor que no humilla ni
avasalla. Es el amor del Señor, amor cotidiano, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad,
amor que sana y levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación
que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor
silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega que no se pavonea.
¿Creés en este amor? ¿Es un amor que vale la pena?
Fue la misma pregunta e invitación que recibió María. El ángel le preguntó si quería llevar este
sueño en sus entrañas y hacerlo vida, hacerlo carne. Ella dijo: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí
según tu palabra» (Lc 1,38). María se animó a decir 'sí'. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y es lo
mismo que el ángel te quiere preguntar a vos, a vos, a mí: ¿querés que este sueño tenga vida? ¿Querés darle
carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón? ¿Querés que sea el amor del Padre el que
te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados y pensados, soñados o esperados que
alegren y hagan cantar y bailar al corazón?
¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase?
Queridos jóvenes: Lo más esperanzador de esta Jornada no será un documento final, una carta
consensuada o un programa a ejecutar. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una
oración. Cada uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos encontramos con los
otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hermana y
que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón del mundo: allí donde nos encontremos,
haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos levantar la mirada y decir: Señor, enséñame a amar
como tú nos has amado —¿se animan a repetirlo conmigo?—. Señor, enséñame a amar como tú nos has
amado.
No podemos terminar este primer encuentro sin agradecer. Gracias a todos los que han preparado
con mucha ilusión esta Jornada Mundial de la Juventud. Gracias por animarse a construir y hospedar, por
decirle 'sí' al sueño de Dios de ver a sus hijos reunidos. Gracias Mons. Ulloa y todo su equipo por ayudar
a que Panamá hoy sea no solamente un canal que une mares, sino también canal donde el sueño de Dios
siga encontrando cauces para crecer y multiplicarse e irradiarse en todos los rincones de la tierra.
Amigos, que Jesús los bendiga y Santa María la Antigua los acompañe siempre, para que seamos
capaces de decir sin miedo, como ella: «Aquí estoy. Hágase».
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A eso de las 6:30 de la tarde y tras la lectura de mensajes de peregrinos, de cada nación adjunta a la JMJ, la ceremonia finalizó. El papa se retiró del gran entarimado, se despidió de la imagen de la virgen peregrina de Fátima y se subió en su papamóvil donde una vez más saludó a los exaltados peregrinos.
Nota por: Teiga Castrellón
Redacción Mi Diario Web
Fotos y videos: Sonia Navarro, Raúl Valdés y Luisa González
EFE