No hay duda de que nuestros políticos, sobre todo cuando acceden a la administración de la cosa pública (llegan al poder), pierden totalmente las perspectivas de su propósito, que es el de trabajar por el bienestar de la población.
Contrariamente, dan por hecho que el cargo que ganaron en las urnas o para el cual fueron designados les da una serie de patentes y beneficios que los colocan por encima del resto de los mortales.
Pues no, señores, acceder a puestos públicos no implica vivir como reyes o enriquecerse a costa de los dineros que aportamos al erario a través del pago de nuestros impuestos. Esta cultura tiene que cambiar, ya sea adoptando normas, con docencia a la clase política y al funcionariado y con activismo de todos los ciudadanos.
Ya basta de que los políticos que pasan a ser funcionarios se conviertan en nuevos ricos a costa de la miseria de los panameños de las comarcas, de los campos o los barrios más humildes, a donde nunca llega el progreso porque los recursos son finitos y no alcanzan.