Panamá es una tripita de tierra. El país se recorre en auto en un día. La población no es abundante, pero las diferencias son evidentes y golpeantes en la misma ciudad capital. A pocos parece importarles, ahora todo el mundo anda en su “burbuja”.
Los barrios son la esencia de los países. Allí se ríe o se sufre y se tejen los sueños de miles de personas todos los días.
Pero da dolor e impotencia que los barrios de la capital, Colón y el Oeste estén tomados por las pandillas, pistoleros, vendedores de drogas y gente facinerosa.
No es una etiqueta en su contra, pero la violencia en los barrios se ha multiplicado.
Lo peor, las autoridades no hacen nada. Solo van a las veredas y callejones a recoger a las víctimas. Mientras tanto, la gente humilde y buena se juega la vida todos los días cuando va a trabajar o a una cita médica.
No podemos resignarnos ante esta realidad. Hay que intervenir los barrios con prevención, infraestructura para la sana convivencia y hay que tener la valentía para sembrar la paz y la esperanza en cada esquina.