El amor de una madre no siempre se mide por la biología. Para Gladys Harrison, la figura de Catalina, su madre adoptiva, es la prueba viva de que ser madre es un acto de valentía, sacrificio y, sobre todo, de un amor incondicional que trasciende todo vínculo de sangre. En este Día de las Madres, la historia de Gladys y Catalina es un tributo al amor más puro, ese que no conoce límites ni expectativas.
Hace 28 años, la vida de Gladys Harrison dio un giro inesperado. Apenas a los 15 días de nacida, fue despojada de su madre biológica, Gladys Esther Harrison Soto, quien falleció cuando Gladys aún era una bebé prematura, con escasas probabilidades de sobrevivir. La vida de esta pequeña, frágil y vulnerable, estaba marcada por la incertidumbre. Nadie sabía si lograría sobrevivir.
Pero entonces, entró en escena Catalina Esther Harrison Soto, la tía de Gladys, quien no dudó ni un segundo en asumir la responsabilidad de criarla. “Recuerdo que cuando me dieron a Gladys en brazos, tan pequeña y débil, supe que tenía que hacer algo por ella. No podía dejar que mi sobrina se perdiera en el olvido”, recuerda Catalina, con la mirada llena de determinación. A pesar de las circunstancias, Catalina no solo decidió cuidar de la pequeña, sino que se comprometió a darle la vida que merecía.
Con el apoyo de su familia, Catalina se enfrentó a un desafío inmenso. Gladys, nacida prematuramente a los siete meses, estaba en una condición muy delicada. Pero Catalina, con la fuerza de una madre, no se rindió. “Mi hermana Rosa, mi madre y Andy me ayudaron tanto como pudieron. Incluso Andy, la vecina de la abuela de Gladys, se ordeñaba para darle de su leche, porque no había forma de conseguirle la leche adecuada. Fue una lucha, pero ella sobrevivió, y todo gracias a su amor y su dedicación”.
Aunque Catalina ya tenía sus propios hijos y responsabilidades, no dudó en poner su amor y esfuerzo al servicio de Gladys. “Sabía que no iba a ser fácil. Mi vida ya estaba ocupada con mis hijos, pero mi corazón me decía que no podía dejarla ir. La cuidé como si fuera mía”, asegura Catalina con una sonrisa, como si todo hubiera sido parte de un destino al que no podía renunciar
Para Gladys, la figura de Catalina ha sido mucho más que la de una madre adoptiva. “Catalina no solo me dio lo que necesitaba para vivir, sino que me enseñó a ser fuerte. Me corrigió, me dio cariño, me educó... todo lo que una madre debe hacer. Hoy, me doy cuenta de que, sin ella, no habría podido crecer como persona”, expresa Gladys, con gratitud y amor por la mujer que la crio con tanto sacrificio.
Durante toda su vida, Gladys ha sido testigo del esfuerzo inquebrantable de Catalina. Ella no solo alimentaba y cuidaba a Gladys, sino que también le brindaba una educación, le daba las correcciones necesarias y nunca dejó de estar a su lado. “Mi mamá Catalina siempre fue firme, y aunque no siempre entendía sus decisiones, ahora sé que lo hacía por mi bien. Cada corrección, cada enseñanza, eran su forma de amarme”, dice Gladys, con una voz llena de respeto y cariño.
Hoy, en el Día de las Madres, Gladys quiere rendir homenaje a la mujer que la crio, que le dio una oportunidad en la vida y que siempre estuvo ahí, en cada paso de su camino. “Gracias mamá Catalina, por ser mi todo. Por no rendirte nunca, por darme lo que no tenías, por estar a mi lado en todo momento. No solo me diste la vida, sino que me enseñaste a vivirla con dignidad”, expresa Gladys, con lágrimas en los ojos.
Catalina, aunque siempre se ha mostrado humilde y sencilla, hoy se siente orgullosa de su rol como madre adoptiva. “Ser madre no es fácil, pero cuando el amor es verdadero, no hay sacrificio que no valga la pena. A Gladys le di mi amor, pero ella me dio mucho más de lo que yo esperaba. Me hizo ser la persona que soy hoy”, dice Catalina con una sonrisa llena de sabiduría y amor.
Este Día de las Madres, la historia de Catalina y Gladys es un recordatorio de que el verdadero amor no tiene límites. Ser madre es mucho más que un lazo biológico; es un compromiso de vida, un acto de generosidad y sacrificio que puede transformarse en la historia más conmovedora. Y hoy, Catalina es la protagonista de una historia que nos recuerda que el amor incondicional es capaz de superar cualquier obstáculo.