Nunca pensé que el virus llegaría a mi familia, pero sin protocolo alguno entró y nos doblegó, más no venció.
Mi papá fue la víctima, lo contrajo mientras trabajaba en el sistema de Salud.
Conocer que él formaba parte de las estadísticas de pacientes positivos no fue fácil. Se sometió al protocolo de aislamiento, mi hermano mayor le cedió su cuarto y durmió durante 21 días en el sillón para que mi papá estuviera cómodo y pudiéramos cuidar a mi mamá de cualquier contagio; ella es diabética.
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Otra lucha
El estrés, el cansancio y la tristeza se reflejaban cada día en nuestros cuerpos, pero 30 minutos de oración cada noche aliviaban nuestra carga.
Y es que el ritual de aseo empezaba muy temprano. Todos debíamos bañarnos antes que mi papá despertara para no exponernos al virus. Luego, él entraba y al salir inmediatamente atacábamos con clorox y alcohol toda la casa, eso lo hacíamos tres veces al día.
Cargábamos alcohol en nuestros bolsillos para rociar todo lo que íbamos a tocar. Además, su ropa se lavaba separada, primero se le echaba agua caliente, y luego a la lavadora.
Aseo esencial
Limpiar su cuarto era como entrar en un campo minado. Se entraba con zapatos cerrados, pantalón largo y camisa manga larga, guantes, cabello recogido y con tapabocas. Sentía que era un cuarto de muerte.
Mantuvimos todas las medidas de aseo y prevención posibles. Mi mamá, mi hermano y yo tuvimos síntomas, pero mentales. No comíamos ni dormíamos pensando en lo expuestos que estábamos.
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Al él se le daba comida en platos desechables. Una noche, luego de darle la cena, dijo en voz alta y con las manos en la cabeza: ¡Ya estoy cansado! Aquella noche lloré de impotencia.
Esto todo un guerrero y ya volvió a su puesto de trabajo
Luego de varias semanas y tras conocer el resultado de la tercera prueba negativa solo pude abrazarlo, llorar y darle gracias a Dios. Habían sido días grises. Lo vimos encoger se por la fiebre, no dormir por los ataques de tos y callar por la depresión.
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Se puede vencer el virus con mucha disciplina, pero se evita manteniéndonos en casa.