El pasado martes 12 de octubre la Cámara de Comercio y Agricultura de Panamá (CCIAP), le otorgó al exministro de Economía y Finanzas Guillermo O. Chapman Jr. la condecoración Horacio Alfaro. Debido a su importancia reproducimos de forma completa el discurso que pronunció el ex ministro porque nos ayuda a comprender los retos del presente sin olvidar el camino recorrido por Panamá para tener un país democrático, justo y de libre mercado.
Aquí el discurso del exministro Chapman Jr.:
“Sean mis primeras palabras de agradecimiento por la honrosa distinción que tan amablemente me otorgan en el día de hoy, que en verdad no sé si es merecida o no, pero lo cierto es que me colma de satisfacción y la recibo con humildad y regocijo.
Permítanme que, con ocasión de este galardón, haga referencia a las que han sido mis preocupaciones sobre nuestra nación a través de mi vida profesional. Como es bien conocido, Panamá ha tenido durante su historia intensos períodos de auges económicos, desde la colonia, pasando por la etapa neogranadina y durante la era republicana. Se destaca el rápido crecimiento de nuestra economía medido por el Producto Interno Bruto o PIB en los años sesenta del pasado siglo y de 1990 a 2019, que bien podríamos llamar los “Treinta Años Gloriosos”, tomando prestada la etiqueta asignada a la extraordinaria recuperación económica de Europa Occidental finalizada la II Guerra Mundial. En esa treintena, Panamá tuvo la más alta tasa de crecimiento del PIB por habitante del hemisferio occidental, al punto que en 2019 logramos el nivel más alto de la América Latina. Pero allí termina el paralelismo con Europa. Esta tomó ventaja de su éxito económico para establecer un sistema de salud de amplia cobertura a sus habitantes, un adecuado programa de pensiones, amén de otros beneficios para el bienestar de la población. En Panamá estamos muy lejos de contar con esos estadios de protección a nuestra gente.
Quiero remarcar que los períodos de gran auge, desde la colonia el hasta el arribo de la pandemia, no son sólo glorias pasadas, porque nuestro país tiene todavía ingentes oportunidades por explotar para lograr un nivel de bienestar justo y moderno en el que participen todos los ciudadanos.
Tenemos un abanico de oportunidades por desarrollar como son las diversas formas de aprovechamiento de la posición y configuración geográfica del istmo panameño aún pendientes de utilizar; un sistema monetario estable y confiable; un sector bancario con una excelente integración financiera con el mundo exterior; una población joven con capacidad de alcanzar niveles muy sofisticados de especialización, con la debida preparación; atractivos naturales y joyas arquitectónicas que datan de la colonia o del siglo XIX; una amplia gama de medios de transporte internacional; conectividad digital con el resto del mundo; servicios financieros, comerciales y empresariales eficaces y competitivos; y, para no hacer interminable esta lista, estabilidad económica y política tal como se calibra según estándares internacionales .
LEA TAMBIÉN: Hospital del Niño sin plata para brindar atención de calidad a la niñez
Sin embargo, esta moneda tiene otra cara con rasgos desagradables. Estamos entre los diez países con la peor distribución del ingreso en el mundo. A esto lo acompañan niveles de pobreza que no son cónsonos con el ingreso promedio de los panameños, ni con el crecimiento económico experimentado. En las pruebas internacionales de desempeño escolar, los estudiantes panameños califican entre los peores, incluso en nuestro continente. Los indicadores de salud no compiten con los de los países de nuestra región con niveles de ingreso similares a los nuestros y hay serias carencias en el abastecimiento de agua potable, transporte público, aseo y vivienda.
Las oportunidades que antes señalé han existido por mucho tiempo y sólo las hemos aprovechado parcialmente. A inicios de este año, en el proceso de investigar estos temas, releí un libro del que fui coautor en los años ochenta del siglo pasado, “Hacia una Economía Más Humana”. Allí encontré que la naturaleza de las carencias sociales hace cuarenta años eran las mismas que en la actualidad, aunque la magnitud de los indicadores era entonces más notable. Más recientemente, revisé el estudio de un grupo interdepartamental estadounidense, realizado a mediados de la década de 1960, en el que evaluaban la situación de nuestro país a la luz de las negociaciones sobre el Canal de Panamá. El estudio en referencia señalaba los mismos problemas que hoy y concluía que nuestra sociedad era muy frágil, fragmentada en lo económico, lo político y lo social, en la que un gobierno elegido democráticamente le sería muy difícil lograr la ratificación de un convenio sobre la obra canalera. El mismo panorama veo hoy en cuanto a la solución de grandes desafíos uno de ellos, la amenaza de inminente fractura del programa de pensiones.
La Junta Directiva de esta cámara, integrada por miembros de una nueva generación, con formación profesional, visión moderna y compromiso patriótico, ha tenido el gesto de otorgarme su condecoración anual, signada con el nombre de su fundador, el Dr. Horacio Alfaro. Quiero entender que este gesto es un mensaje de identificación con mi análisis de la situación del país y las propuestas que hago para superar sus carencias y limitaciones.
LEA TAMBIÉN: Llega a Panamá la subsecretaria de Estado de Seguridad Civil de Estados Unidos
Ello renueva mi esperanza y fe en la capacidad de Panamá para que su mejor gente se empeñe en las tareas necesarias para llevar al país por nuevas sendas de progreso y bienestar sostenido y ampliamente compartido.
Me pregunto, ¿hasta cuándo vamos a posponer y esquivar la toma de decisiones difíciles, pero necesarias, y llevarlas a la práctica? Sabemos lo que tenemos que hacer, pero, en esta materia, hemos sido el país del continuo procrastinar. Creo que ha llegado la hora de actuar y que le corresponde a esta generación, con el apoyo que crean oportuno de las generaciones mayores, promover la puesta al día del país con su potencial de desarrollo, tanto en términos de crecimiento y magnitud, como en el logro de unas métricas de equidad y bienestar social que sean cónsonas con el éxito económico. No es justificable tirar por la borda nuestro modelo de empresa privada como pretenden algunos, llámese capitalista o de economía de mercado, aunque adolezca de fallas importantes, ya que puede enmendarse de contar con un Estado eficaz, transparente y responsable. La cuestión es ajustar este modelo, como lo han hecho otras economías capitalistas, en medio de las crisis más profundas por las que han transitado en tiempos modernos, concretamente, Estados Unidos en la Gran Depresión y los países de Europa Occidental después de la II Guerra Mundial.
Las metas, tanto en calidad como en magnitud que sugiero, son las siguientes:
1. Alcanzar, en el transcurso de una generación, en condiciones de pleno empleo, un nivel de ingreso por habitante de un orden de magnitud equivalente a la mediana del nivel que tengan los países desarrollados de Europa y Asia.
2. Dotar a nuestra población de índices de buena calidad en salud, educación, aseo, agua potable, vivienda y transporte público cónsonos con el nivel de ingreso por habitante que alcancemos.
3. Reducir los índices de pobreza y de distribución del ingreso entre la población para que estén entre los mejores del mundo.
4. Estructurar el órgano legislativo y el método para la elección de sus miembros de forma tal, que favorezca la escogencia de legisladores empeñados en promover los intereses nacionales y no los de pequeñas circunscripciones que faciliten su continua reelección.
5. Contar con un sistema judicial que administre justicia de manera efectiva, honesta y oportuna.
6. Asegurar la transparencia de las operaciones del poder ejecutivo con un sistema de fiscalización y rendición de cuentas al alcance de los ciudadanos.
LEA TAMBIÉN: Ahora sí. Embajada de Estados Unidos en Guatemala recibe documentos para extraditar a Luis Enrique Martinelli
Para los que crean que estas aspiraciones no son más que un ejercicio idealista les señalo que hay un número de países, en distintos continentes que, aunque no logran alcanzar la perfección, se acercan bastante a cumplir las metas que aquí sugiero. Ello no lo han logrado superhombres, si no seres humanos con las mismas virtudes y defectos que los panameños de vuestra generación. Entonces, cabe preguntarnos, ¿porqué no lo logramos en Panamá? A mi modesto entender, hace falta un esfuerzo sostenido por parte de la sociedad civil organizada, especialmente los gremios empresariales, profesionales y sindicales, para concienciar al país de nuestras carencias, analizando a fondo la profundidad de los problemas, así como sus efectos y proponiendo soluciones concretas y justas en pro del beneficio común.
Me atrevo a concluir sugiriendo a la CCIAP que lidere la creación de un centro de reflexión, auspiciado por las organizaciones de la sociedad civil, de carácter permanente, debidamente financiado por recursos no gubernamentales a fin de asegurar su independencia y dotado de personal profesional calificado para que acometa estas tareas analíticas y propositivas. El conocimiento y la razón son las armas más poderosas con que pueden contar los ciudadanos de una sociedad que aspira a ser justa, libre y próspera”.
Muchas gracias.