Ayer, Thomas Christiansen entregó a Concacaf la lista definitiva para el Final Four de la Nations League. Como siempre, las discusiones sobre sorpresas, ausencias y la ola de lesionados están a la orden del día. Pero lo verdaderamente importante es lo que viene: nuestra tercera aparición consecutiva en esta fase y un choque contra el tricampeón y siempre anfitrión, Estados Unidos.
Escucho muchos discursos derrotista de algunos sectores. Es cierto que las bajas por lesión de los últimos días golpean el once titular de Panamá, y también que el próximo jueves enfrentamos a una selección con recursos y una plantilla repleta de jugadores en las mejores ligas del mundo. Pero también es hora de reconocer que ya nos consolidamos en el Top 4 de la región, compartiendo ese espacio con los tres organizadores del próximo Mundial.
Esto no es casualidad. Y si bien el 2025 el reto principal que es la clasificación a nuestra segunda Copa del Mundo, también debemos preguntarnos seriamente: ¿Por qué no soñar con un título? La Nations League y la Copa Oro no son imposibles, y con una generación en plena madurez futbolística, Panamá está cada vez más cerca de dar el golpe definitivo en Concacaf. Nos han acostumbrado a pensar que la pelea es siempre por la clasificación, pero este equipo ha demostrado que también puede aspirar a levantar trofeos.
Si analizamos la evolución de nuestra selección en la última década, hay algo claro: Panamá ha dejado de ser un equipo sorpresa para convertirse en una selección protagonista. Llegar a un Mundial ya no es visto como una hazaña irrepetible, sino como una meta alcanzable y obligatoria.
Los jugadores han crecido por propia cuenta, la estructura futbolística da avances y el respeto que nos tienen en la región es evidente. Y si bien hay selecciones con mayor infraestructura y presupuesto, el fútbol no se juega con dólares ni con estadios modernos, se juega en la cancha y allí Panamá ha demostrado que puede competir de tú a tú con cualquiera.
La historia reciente nos ha demostrado que siempre hay nombres que aparecen en momentos clave. El caso de Fariña en la última Copa América es un recordatorio de que la oportunidad puede surgir cuando menos se espera. No se trata solo de reemplazar a los ausentes, sino de ver quiénes pueden aprovechar esta oportunidad para consolidarse en la selección.
Hago el paréntesis que este año competiremos en los mundiales sub-17 y sub-20, algo que solo ocurrió en el 2011. Hay futuro.
Además, no podemos olvidar que torneos como la Nations League y la pasada Copa América son el escenario perfecto para medirnos contra selecciones de peso. Otros rivales andan jugando repechajes para meterse a la Copa Oro.
Enfrentar a Estados Unidos en una semifinal de la Nations League no es solo un partido más, es una prueba de carácter, una oportunidad para demostrar que estamos listos para desafiar a los grandes en momentos clave. Si logramos imponernos en este partido, el golpe sobre la mesa sería enorme.
Y ojo, que ningún partido se parece a otro. Por nombres, Estados Unidos puede parecer inalcanzable, pero los antecedentes recientes cuentan otra historia: en los últimos cuatro enfrentamientos oficiales, tenemos dos victorias, un empate (que terminó con triunfo panameño en penales en la Copa Oro 2023) y solo una derrota. Los miedos y los complejos de inferioridad pueden existir en mis colegas o aficionados mas no entrar en el camerino nacional. No estamos en esta instancia por suerte, estamos aquí porque lo merecemos o sino que le pregunten a los ticos.
Es momento de cambiar la mentalidad. No podemos seguir viendo estos partidos como “misiones imposibles”, sino como desafíos que podemos y debemos afrontar con ambición. Si queremos seguir creciendo como selección, tenemos que empezar a creer que podemos ganar estos torneos. No solo clasificar, no solo competir, sino ganar.
Así que, en vez de lamentarnos por las ausencias o caer en el fatalismo, enfoquémonos en lo que realmente importa: competir con ambición, desafiar las lógicas establecidas y seguir demostrando que Panamá hace años dejó de ser la cenicienta de la Concacaf.