Antes de la aparición de la covid-19 y al margen de los elevados niveles de violencia e inseguridad que se viven en el país, Panamá ya enfrentaba una pandemia y se trata de los accidentes vehiculares que en los últimos años han dejado cientos de muertos, lesionados y pérdidas económicas cuantificadas en miles de millones de dólares.
Este problema, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una crisis de salud pública, ha sido abordado con cierta tibieza en nuestro país, y de no ser asumido de forma integral, los resultados a futuro serán peores.
Panamá carece en lo absoluto de una cultura de manejo y uso de vías públicas. No hay cortesía entre conductores ni espacio ni respeto para peatones o ciclistas. En otras palabras, se vive una anarquía vial. Y lo peor es que salvo esfuerzos de algunas ONG o el programa del Despacho de la Primen Dama para educación a niños, las iniciativas son nulas.
Nos urge crear una cultura del manejo vehicular y uso de las vías públicas, y para ello las entidades vinculadas a estas tareas deben empezar a hacer su trabajo.