¿Esperanza o más promesas incumplidas? Eso es lo que se preguntan cientos de estudiantes y padres en el corregimiento de Calidonia, quienes llevan años aguardando por la entrega de la Escuela República de Venezuela y el Instituto Comercial Bolívar, dos ambiciosos proyectos de infraestructura educativa cuyo costo asciende a la astronómica cifra de $21,837,390.73.
De acuerdo con las autoridades del Ministerio de Educación, los trabajos presentan un avance del 88%, y se espera que ambas escuelas sean inauguradas a mediados de este año. Sin embargo, las voces críticas aseguran que este cronograma puede estar lleno de “optimismo político” y poco realismo.
Según María Pineda, directora de Ingeniería y Arquitectura, las construcciones incluyen modernas instalaciones como aulas teóricas, laboratorios y bibliotecas, pero el impacto del retraso ha sido devastador. Los estudiantes de la Escuela República de Venezuela, por ejemplo, llevan más de un año recibiendo clases en el edificio Poli, lejos de las condiciones adecuadas para un aprendizaje efectivo.
En el caso del Instituto Comercial Bolívar, las nuevas instalaciones prometen acoger a más de mil estudiantes en un entorno con 24 aulas, 16 laboratorios y una “aula máxima”. Pero, ¿serán estas obras suficientes para tapar las críticas a una administración señalada por constantes retrasos en proyectos educativos?
Aunque el ministerio asegura que la obra está en la fase de acabados (cielo raso, baldosas y aire acondicionado), la fecha de entrega sigue siendo un misterio. Algunos padres cuestionan si el ritmo actual será suficiente para cumplir con el plazo anunciado, mientras que otros denuncian que los trabajos avanzan a “paso de tortuga”.
La viceministra académica, Agnes de Cotes, insistió en que el proyecto incluye todos los detalles necesarios para garantizar una educación de calidad, pero las promesas ya no convencen a todos.
Mientras las autoridades se esfuerzan en vender el proyecto como un logro, en las calles de Calidonia la paciencia se agota. “Mis hijos merecen más que promesas bonitas. Llevan años estudiando en condiciones precarias mientras el Gobierno gasta millones en discursos”, dijo una madre visiblemente indignada.