Si a alguien le queda dudas de que los narcotraficantes ponen sus peones en puestos estratégicos del engranaje estatal, el más reciente caso del gigante cartel que movía droga hacia Europa y Medio Oriente desde Panamá lo deja más que evidenciado.
Una de las mentes de este grupo criminal internacional es un panameño con fuertes vínculos en la esfera de poder local. Esto no es una aseveración de que en lo más alto del Gobierno tuvieran participación directa, pero sí de que estos narcos saben que desde las posiciones de poder su trabajo se hace con más facilidad.
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A nivel de las autoridades panameñas pareciera haber una ingenuidad ante esta realidad, por no decir complicidad. Y urge que abramos los ojos y que empecemos a desconfiar de todos, si no queremos que muy pronto uno de estos carteles ponga al próximo inquilino del Palacio de las Garzas.
Hay que seguir trabajando en los decomisos, pero también ubicando a los narcos, desmantelar sus estructuras organizacionales y castigarlos con enérgicas penas.