Al inicio de la presente administración de gobierno, autoridades nacionales y regionales desestimaron proyectos impulsados por sus predecesores en materia de seguridad, como el albergue para migrantes en Darién, el uso de Punta Coco como centro de detención insular y hasta el programa de video-vigilancia en la capital.
Hoy, con la crisis migratoria golpeando nuestra frontera sur y la delincuencia y criminalidad azotando a la población, nuestras autoridades vuelven a retomar la ejecución de muchos de esos programas, aunque con nombre y estrategias distintas. Como diríamos en buen panameño, la misma vacuna, pero con otra jeringuilla.
Esa es la triste historia de nuestro país, la falta de políticas públicas que trasciendan la administraciones y procuren resolver a largo plazo los problemas del Estado. Esa mezquindad nos cuesta a todos, porque los proyectos que se inician en un gobierno y se terminan cayendo cuando otra administración llega al poder implican recursos económicos y, peor aún, el agravamiento de los problemas a los que nunca se les dan solución.