Si bien la tía Colombia venía de una larga y ya crónica enfermedad propia de su edad (90), con el haberla visitado lo “suficiente” como para no molestar lo innecesario, pretendí presumir que su deceso traería un dolor apenas racional y por lo tanto atenuado.
Ajeno buscaba estar así, ante un desgarrador dolor afectivo como el que merecía su despedida, pues en su ya presentida partida, yo de incauto hasta creí que nuevamente, su acostumbrada generosidad nos había pavimentado una pista suave para un aterrizaje sereno “de este gran luto”, gran luto esperado, por ese amor que siento, tan ganado y merecido, por esta tía madre que tanto dio a sus decenas de sobrinos y a tantos en carestía de bienes y de amor.
Que ingenuo y que iluso fui al creer que con su esperada muerte tendríamos un luto amortiguado por una última virtual expresión de su bondad con nosotros: su anunciado y prolongado despido de amada madre y tía en compañía de sus seres queridos. Desapareció así de nuestra familia, de este su amado pueblo de Santiago y de esta provincia de Veraguas que tanto la vio servir con su sobrada y cristiana bondad a tantos familiares y paisanos.
El luto es traicionero y paradógico, pues me es imposible hoy en medio de este gran dolor no recordar o ni evocar aquella estampa de tía joven de antaño, su juvenil, femenina y agraciada silueta, complementaria perfectamente de su honestidad, su fidelidad y su entrega absoluta e incondicional a hijos, esposo y sobrinos golosos. Nuestra tía madre Berta Colombia fue un modelo de educadora, madre, esposa, pariente, amiga..,y para mi especialmente fue un ejemplar modelo de lo que debe ser la tía soñada...
Aun a horas de su partida, no dejo de visualizarla desde aquellos años en que otrora por la edad, eramos niños vulnerables y dependientes, pues la verdad junto a los primos, como todo niño de pueblo, fuimos nada mas y nada menos que callejeros y populares congéneres niños de casa, y ella, lo estudie después, actuó siempre con la sabiduría de un psicólogo moderno, así nos cuidó y protegió siempre a todos sus sobrinos como si fuéramos también sus hijos. En la tía Colombia sentíamos un verdadero y tierno amor de madre, siendo uno solo un sobrino.
LEA TAMBIÉN: Mi Agro.La exportación de banano se mantiene en el país
No dejo de recordarla joven y muy activa, moviéndose armónicamente en su casa junto a sus nueve hijos y otros siempre tantos sobrinos bullangueros, compartiendo con todos ellos y por ellos, desprendidamente y solidarimente responsabilidades y cargas incluso ajenas hasta el limite de sus posibilidades...
La tía Colombia, fue dueña indiscutible de admiración y respeto de todos sus 84 sobrinos desde que aparecieron uno a uno en aquella casa de Alto Alfaro donde conocimos las primeras cuchiilas y tornapulles que surcaron las servidumbres de los campos de Santiago, un gran radio de tubos, un chuncho de principios del siglo pasado y los primeros clásicos de la televisión moderna.
Es imposible olvidar aquel patio grande, decorado por el tío Julio López con jaulas enrejadas de virotes de caña y virutas de espavé llenos de pájaros cantores multicolores, es obligado recordar la mesa de cenar siempre en la terraza del patio, hecha con la generosidad de su amado Cristo en tamaño pero como para 24 apóstoles; por la casa pululaban variadas, pintosas y pintadas tinajitas de alfarería nacional de las que diez veces al año o más las estallábamos una vez hechas piñatas llena de sorpresas dulces en los cumpleaños de sus hijos; Ah... Esa casa grande, siempre grande de la que Julio López presumía pues no era arquitecto, donde pernoctamos tantas veces custodiados en lo espiritual por la Tía Madre y en lo físico por mansos orejones y dormilones perros de cacería...incapaces de ladrarnos, pero capaces de aprehender y amordazar al mas rápido venado de La Mata de Veraguas apenas en las proximidades de Santiago.
LEA TAMBIÉN: Entregan ayuda. Orden de Malta en Panamá dona contendedor con insumos médicos al ION
Tiempo después ya algo crecidos fuimos sus receptivos sobrinos en la calle segunda del pueblo, seguimos beneficiarios absolutos de su magistral amor de madre tía, o siendo mas preciso, amor de tía madre, y para otros consanguineos y afines amor de hermana guardiana, de empoderada, de custódica y leal prima, y porque no de abnegada solidaria y servicial vecina de Veraguas.
No le cansó ni le bastó ni se quejó ni pretendió hacernos a un lado, nunca, ni por apuro, ni por su ardua labor de madre de nueve hijos e hijas, de esposa abnegada, nunca nos marginó de sus afectos, mas bien su dispensa del alma estuvo siempre llena para nosotros..., esta era tan grande como grande fue siempre el alero de su casa y este, su casa y su generosidad crecía mas al ritmo de la familia extensa que de su familia nuclear, pero más crecía con el tiempo el alero sentimental de su cariño, muy notorio en el mimo en su mirada, en su afable sonrisa y en sus ojos que resplandecían con nuestras visitas, en sus ofertas de aquel tamalito gourmet interiorano que ella inmortalizo para siempre en Veraguas, en el sancochito de gallina de patio con ñame baboso, no solo para nosotros los imprudentes y a veces indiscretos sobrinos que siempre apareciamos intempestivamente sin anunciar visita, sino que también tuvo aleros anchos para los marginales y desconocidos vulnerables de la sociedad que por azar o necesidad llegaban a sus lares donde les servia siempre con caridad cristiana, desprendidamente y despojada de toda vanidad y fatuedad....
La tía Berta Colombia tenía el privilegio de dar amor y ternura en medio de su privilegiada y bien administrado pundonor, seriedad, personal austeridad y beatidad cristiana, esta ultima heredada de su madre nuestra abuela palmeña, la maestra y poetiza Manuela Herrera Sanjur.
Colombia y la tía Colombia fueron amor y sueño de su padre Agustín Pérez Colmenares, nuestro abuelo. De su padre heredo la mitad de su bondad, su nombre gentilísico y su vocación revolucionaria al amor a la familia y al prójimo. Su nombre era el orgullo gentilísico de su padre, su nombre fue aparte de un nombre bello en si, puesto en memoria del sueño del abuelo de la unidad de Colombia y Panamá, de esto que no cabe la menor duda en aquel patriota padre, maestro, poeta y cuentista infantil que se bebió en el Valle del Cauca el romanticismo colombiano de Jorge Isaac, cuya hacienda distaba apenas pocos kilómetros de la Palmira que le vio nacer allá para fines del siglo XIX, letras, arte y romanticismo bebido y reproducido no solo evidentemente en el nombre romántico de Colombia dado a su hija en la pila bautismal, sino que también lo multiplicó en variados cuentos infantiles y poemas a lo largo de la provincia de Veraguas en aquellos tiempos, siendo también como buen abuelo liberal idealista e internacionalista admirador insigne de Eloy Alfaro y de Sandino.
LEA TAMBIÉN: Disminuye la tarifa eléctrica en el último semestre del año
No fue sino ella, su amor por sus raíces, si la tía Colombia, la fuerza de su identidad personal, el valorar su historia, su vida, a su padre, la que junto a sus hijos y sobrinos, nos llevó a Colombia a un encuentro familiar con ella y en familia hace apenas escasos años.
Tía Colombia fue sueño y realidad de amor de Agustín y Manuela, Colombia fue también un sueño responsable de aquellos progenitores, progenie que por ello se decanto en esta inmensa y amorosa familia a la que por afecto y consanguinidad nos debimos digna orgullosamente y por la que ella dio desprendidamente todo a cambio solo de nuestra deuda o contraprestación moral, la de nunca olvidar su ejemplo.
Adiós y gracias a la tía madre, a la Tía Colombia no sin antes decirle, mirando y buscándola en medio de la oscuridad de esta pena en el cielo nocturno del entorno de su Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, misma que mimo sus pasos, en estas noches de solsticio, desde la planicie de la hoy sin ella tenue “luz del llano” que la iluminó y la vio crecer y amar, que para nosotros, la vida sin su recuerdo de amor y bondad es como este firmamento estrellado de Veraguas sin la luna llena.
(Guillermo Agustín Pérez Silva, médico veraguense)