En Panamá tenemos dos problemas endémicos que nos impiden progresar, que están afectando a la sociedad y la vida de las familias: la corrupción y la desigualdad. Hace 30 años recuperamos la democracia, pero una democracia relativa en la que la desinformación y el clientelismo alteran o evaden la voluntad de los ciudadanos.
Mientras un grupo goza de existencias suntuosas, nos escandalizamos por los sectores pobres que sobreviven con altos índices de desnutrición, marginación y pobreza. Somos un país rico en el que nuestra economía alimenta las fortunas, pero mantiene la pobreza.
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Paralelamente, y sin importarles con el dolor de los panameños que sufren desde la falta de medicinas hasta los problemas en las escuelas, el transporte, el agua y el alto costo de la vida, entre muchos otros, las dirigencias de los partidos políticos están más preocupadas por mantener su cuota de poder y riqueza que de gobernar con eficiencia y justicia.
Esta realidad, que todos vemos y cuya veracidad nadie discute, de mantenerse, nos llevará a un estadio sin retorno que en cualquier momento nos explotará en la cara. Postergando las soluciones solo estamos agravando los problemas y mientras más profundo sea el hueco, más nos costará salir de él.
Panamá es uno de los países que sus ciudadanos más aman y admiran, y al mismo tiempo los que menos respetan su naturaleza y menos cuidan a su gente.
Estamos debajo del promedio mundial en el índice de percepción de la corrupción y somos el sexto país más desigual. Ha llegado el momento de mirar de frente el futuro, armarnos de valor y gobernar de otra manera. Debemos terminar con el “juega vivo”.
Este es el momento de tomar otro camino, de ordenar nuestras leyes, de equilibrar nuestra economía, de respetar nuestras normas, de tener conciencia social, de preocuparnos por Panamá y de avanzar juntos.
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A muchos le parecerá demasiado idealista, dirán que no se puede, que siempre ha sido así, que las cosas se van a solucionar solas.
Sin embargo, creo firmemente que Panamá tiene un destino más próspero, más justo, y por eso quise formar un movimiento ciudadano que levantara las banderas de un futuro más equilibrado para todo el país, una preocupación responsable de hoy para los panameños de mañana, un trabajo que le devuelva el honor a nuestras instituciones. Un movimiento que le lave la cara al país y que permita demostrar que somos muchos más los panameños que estamos cansados de que nos roben nuestros impuestos, descaradamente, mientras los servicios básicos estatales no funcionan.
Para ello necesitamos un gobierno eficiente y transparente, un cambio en nuestra educación que asegure igualdad de oportunidades a las generaciones futuras y un acuerdo de todos los actores de nuestra sociedad que perfeccione y actualice nuestro orden constitucional: los tres pilares de nuestro movimiento Otro Camino Panamá.
Pero no podemos esperar a que todo esto ocurra para entonces comenzar a poner justicia, equidad, integridad y bienestar en el presente de la ciudadanía. Desde ya es imprescindible solucionar con decisión y eficacia los problemas urgentes que enfrentamos: la salud de todos, el trabajo, la producción agropecuaria, la seguridad de las familias, la nutrición de nuestra infancia.
Por estas razones, porque no confío en las dirigencias de los partidos que habiendo tenido la oportunidad no corrigieron, sino más bien agravaron la situación, decidí presentar una alternativa política para un gobierno decente, amante de nuestra tierra, respetuoso de nuestra gente y optimista en el futuro.
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Con la ayuda de todos enderezaremos el destino de nuestro país. Hagamos historia juntos.
El autor es candidato presidencial por la libre postulación.
Nota del editor
‘La Prensa’ invitó a los siete candidatos presidenciales a que expusieran en 700 palabras su propuesta y su visión personal y política. Los artículos se publican en el orden de llegada y sin editar por este diario.
La sección de Opinión mantiene su ofrecimiento para que los candidatos presidenciales se comuniquen directamente con los lectores.
Redacción Corprensa