Con solo mencionar las palabras Alto Terrón, nuestro pensamiento se clava en esa lejana comunidad de la comarca Ngäbe Buglé donde ocurrió una masacre de siete indígenas por parte de una secta religiosa.
Pero también sus habitantes quedaron marcados para siempre. Unos con heridas visibles, otros por ser simplemente de esa comunidad.
Efigenia Valdez, Yoslena Valdez, Víctor Blanco, Dina Blanco, Rubén Valdez, y un menor de 16 años de edad, por primera vez hablaron a los medios de comunicación después de recuperarse de las quemaduras en la boca y las golpizas.
Aunque ya no quieren recordar esos espantosos momentos, se desahogaron, ya sin dolor en el cuerpo, aunque con heridas visibles.
Rubén Váldez comentaba todo el sufrimiento que tuvo para sacar a sus hermanos y a otros vecinos de las atrocidades que los presuntos líderes de la secta estaban cometiendo.
Eso lo comprueba Efigenia Valdez, quien dijo que esa noche del domingo 12 de enero fue algo diferente. Cuando llegaron al culto era como siempre con la necesidad de estar con Dios como solían hacerlo; pero sintieron que las cosas habían cambiado: los que estaban de pastores golpeaban, torturaban y hacían cuanto locura se les ocurría.
Los golpes eran tan fuertes que muchos caían casi agonizantes. Y era lo que indicaba la mayoría de las víctimas que ahora están vivos.
Ese día Rubén Váldez se armó de valor para sacarlos de la supuesta iglesia y fueron llevados en cayucos hasta Río Luis, donde recibieron las primeras atenciones médicas. De allí fueron enviados en ambulancia al hospital Luis “Chicho” Fábrega de Santiago.
PIDEN PRESENCIA GUBERNAMENTAL
No cabe duda que están agradecidos por estar vivos, pero así mismo solicitan que quienes cometieron estas atrocidades contra sus familiares que ya no verán caiga todo el peso de la ley.
Igualmente solicitan que las autoridades y las instituciones retomen el control que estaba desaparecido en esa comunidad.
En ese sentido, Yoslena Valdez está agradecida por la asistencia que ha brindado el Ministerio de Desarrollo Social, el SENAN, la Policía Nacional, Salud, Seniaf e Inamu.
OTRA CARA
Otra verdad que da tristeza es que los familiares de los victimarios sufren por lo que ha sucedido. Nadie sabe cuál será el futuro de estas personas humildes que tendrán que enfrentar un tiempo alejados de aquellos que están siendo investigados por estos hechos.
En ambos grupos hay temor evidente. Muchos tienen deseos de retornar a su comunidad para seguir haciendo sus labores del campo, pero otros prefieren que ni que se les mencione y permanecen callados.
Así mismo prefieren callar cuando se les pregunta si han muerto más personas o en otras comunidades en estas mismas circunstancias.
Pero las víctimas sostienen que sí hay otras personas involucradas que no fueron capturadas.
Por el momento, algunas familias fueron ubicadas por el Ministerio de Desarrollo Social en dos apartamentos de los edificios de interés social en San Antonio, en la ciudad de Santiago.