Solo el que viene del campo conoce los verdaderos páramos que atravesamos las familias que hemos vivido monte adentro, donde si bien es cierto la vida es más sana y tranquila, está llena de múltiples limitaciones económicas y abundantes necesidades.
Conozco muy bien las vivencias diarias en estos lugares y mi familia también, porque venimos de esa dura vida, donde se ganaba tan solo 0.50 centavos el día de labores de un jornalero y eso cuando empezaron a ser bien pagados. Por ejemplo, mi mamá Cleme llegó a ganar 0.50 centavos el día de trabajo cosechando arroz y tirando machete. Mujeres y niños trabajaban a la par de los hombres para sostener el hogar, en el dificil intento de sobrevivir.
Lo triste de todo es que de esta dura vida que vivieron nuestros antepasados poco es lo que ha cambiando en la actualidad. Puedo dar fe de ello cuando laboré por casi 8 años en las filas del Mides, llevando los programas de ayuda social a los campos más distantes del circuito electoral 8-1, que comprende los distritos de Chepo, Chimán, Balboa y Taboga, donde la pobreza y falta de oportunidades son más que evidentes. Muchas de estas zonas del este de la provincia de Panamá y del pacífico panameño no cuentan ni con carretera.
Realidades como estas las vivieron cuando nuestros abuelos, tíos y demás parientes trabajaban en el llamado ingenio, donde se cosechaba la caña para elaborar azúcar, y en el caso de nuestra madre, trabajar la tierra con las manos. Debido a esta precaria situación, muchos no pudieron ir a la escuela para aprender a leer y escribir.
En pleno siglo XXI, con todos los avances de la revolución tecnológica y las grandes riquezas que posee nuestro país, tristemente estos lugares de la provincia de mis padres, Veraguas y muchos campos de la geografía nacional todavía no logran sentir siquiera las brisas del desarrollo.
En la campiña ya la tierra no produce como los campesinos esperan.
Nos cuenta mamá Cleme que con los 0.50 centavos que ganaba tirando machete todo el día, podía poner algo en el plato para acompañar el arrocito.
El campesino siempre será humilde, pero muy trabajador y creo que todos los panameños tenemos de alguna manera raíces campesinas, lo que nos hace muy orgullosos de donde venimos y lo que queremos para nuestro país y nuestras comunidades monte adentro.
Esta situación debe llevar a reflexionar a los gobiernos y a las autoridades electas y designadas a voltear su mirada al campo y a su gente y trabajar duro y poner los recursos estatales para invertir en el desarrollo y así resolver las necesidades que tanto golpean al hombre del campo y a muchos sectores de la capital.
Gracias a todas las personas que están apoyando de corazón a esta humilde familia y que Dios multiplique la gran generosidad de los panameños y que cada centavo donado supla sus necesidades.
Feliz quinceaños y felicidades también por el gran logro académico de su graduación a la princesa de Cañazas, un caso que retrata la realidad de muchas familias panameñas que, a pesar de sus situaciones precarias, no dejan de soñar y siempre viven sedientas de oportunidades para salir adelante y disfrutar de las mieles del progreso y el desarrollo que tanto cacarean los gobernantes y autoridades y se habla en los medios y redes sociales y de los que ni ellos se enteran por lo apartado de donde viven.
(Colaboración de Carlos Javier Solís Rodríguez)