Panamá es una ‘tripita’ de tierra con 10 provincias y varias comarcas indígenas de unos 4 millones de habitantes, pero en esta pandemia de coronavirus ha quedado en evidencia algunas desventajas.
Ya van mas de 2 mil casos de personas afectadas por coronavirus y 59 fallecidos, lo que ha implicado que poco a poco las medidas se vayan acentuando y las autoridades no descartan que sean más dura para evitar que las personas violenten la cuarentena total.
Hasta ahora los hombres y mujeres salen solo tres veces a la semana en días distintos dependiendo del último dígito de su cédula por dos horas máximo, tiempo suficiente para hacer supermercado o comprar medicinas.
La medida parece suficiente en un país urbano, pero como dice el mismo presidente aquí hay 5 Panamá con una desigualdad que salta a la vista y que ha quedado al descubierto en esta epidemia de Covid-19.
Resulta que el Panamá rural también está sufriendo. Hay casos positivos de coronavirus en Bocas del Toro, Guna Yala, Darién, Veraguas y en casi todas las regiones del país, que no son necesariamente centros urbanos.
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Esto lo comentó hace unos días la diputada de Tolé, Ana Giselle Rosas, quien comentó que en varias de las comunidades del oriente chiricano esas dos horas no alcanzan para nada porque no hay transporte y las personas tienen que desplazarse a largas distancias para poder obtener alimentos y recibir atención de salud.
Eso contrasta con las medidas que anuncia el director del Seguro, Enrique Lau Cortés, en la capital, zona mayormente afectada por el coronavirus, donde a algunas personas se les puede llevar los medicamentos a casa y hasta se ha contratado un servicio especial. ¿Y que hacen los de las montañas y los campos interioranos?
Simplemente están excluidos y eso no ha sido resuelto por la descentralizaciión, adoptada mediante ley desde el 2015. Hasta ahora los municipios solo han recibido fondos, pero muy pocas cosas han cambiado.
Por ejemplo, el servicio de transporte público en las comunidades rurales es inseguro, caro y limitado porque funciona solo algunas horas del día, los centros de salud no están debidamente equipados, hay desnutrición, población adulta mayor abundante, caminos de penetración en mal estado, falta de servicios públicos y más. Pero curiosamente en algunas de estas regiones se produce maíz, tomate, carne, y una serie de alimentos que ha sido clave para que la capital de Panamá no entre en una crisis de alimentos en tiempos de pandemia.
El ex alcalde capitalino, José Isabel Blandón, advirtió que la mayoría de los municipios iban a tener problemas para pagar sus planillas en los próximos meses y no descartó que la situación, incluso se presente en el Municipio de Panamá. Todo esto como parte de los efectos del coronavirus.
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Lo cierto es que a los municipios se les ha visto poco en esta pandemia. Algunos alcaldes han salido para limpiar paradas en el caso de la capital, donde le tuvieron que frenar un contrato oneroso y ahí no se ha sabido más nada.
Otras juntas comunales reparten las bolsas de comida, pero ya la Presidencia planea cómo hacerlas llegar por barco, auto o helicópteros a las comarcas porque no es tan fácil y las condiciones climáticas son diversas.
Con esta pandemia, la desigualdad ha quedado al descubierto una vez más y se pone de manifiesto que tenemos un país centralizado donde hasta las ayudas se planean en la Presidencia y la descentralización solo es un marco legal para destinar fondos, pero no para transformar las comunidades. Faltan programas medibles y mano de obra capacitada, así como una fiscalización permanente de los recursos.
Desde el 2019 se vienen planeando reformas a la Ley 66 de Descentralización de octubre del 2015 para su asignación de recursos, aclaración de procedimientos y transparencia y ahora luego de la pandemia del coronavirus es una buena oportunidad para empujar los cambios porque el país desigual de los cinco Panamá ya no es eslogan político, sino realidad que nos golpea diariamente.