Una vez más nuestro país se enfrenta a una situación que provoca que las fechas de fin de año se celebren dentro de los hogares. Hace 31 años, la Navidad y el Año Nuevo se recibió con el temor de salir a las calles, hacer compras y visitar a las familias. El dolor y la tristeza se apoderaba de una país oprimido por el flagelo de la corrupción de quienes lo dirigían. Panamá vivió estos momentos con bombas y militares en las calles, fue, sin duda, una Navidad triste para aquellos que perdieron a sus familiares en tan lamentable hecho, el cual marca la historia de nuestro Istmo. Con el pasar de los meses nuestro país sale de este terrible suceso, reestructurando su economía y condición sociopolítica.
Actualmente nos enfrentamos a un enemigo silencioso, que ha cobrado la vida de millones de personas a nivel mundial y ha afectado a miles de panameños: SARS-COV2. Un virus que nos ha distanciado como sociedad, que ha expuesto la realidad del mundo en el que vivimos y ha demostrado que los intereses personales están por encima del bien común. ¿Cuánto dolor ha ocasionado este virus en las familias panameñas? Esa respuesta solo la pueden dar aquellas personas que han sufrido la perdida de un ser querido durante el transcurso de esta pandemia en nuestro país.
SOLIDARIDAD
Nos acercamos a las fechas más sensibles que podemos celebrar en un año natural, pero… ¿qué hace a estos días diferentes? El saber que millones de familias vivirán una Navidad sin “luces”, una fiesta, quizá, sin esperanza, ya que un respirador artificial mantiene con vida a aquellos que amamos o las secuelas del virus han separado a nuestros seres más queridos de nuestro lado. Una Navidad sin “alegría”, porque no podremos festejar ni cenar con nuestros familiares por cuidar nuestra burbuja familiar. Una Navidad “blanca” donde millones de personas que entrega su vida y su tiempo al sistema de salud saldrán de sus casas a exponer su vida, para salvar otras vida.
Para los creyentes este tiempo es “la luz de la esperanza”, pero… ¿Cómo podremos alentar a aquellos que están sufriendo la circunstancias de esta pandemia? La cercanía es el antídoto para aliviar las tristezas. Las plataformas digitales hacen que distancias lejanas sean cercanas. Es ahí donde el corazón del panameño llenará un hogar de consuelo durante este tiempo tan difícil. No nos quedemos en la tristeza del momento, pensemos positivo… Panamá siempre se ha levantado de situaciones difíciles y esta no será la excepción.
La Navidad no es el tiempo de la “economía” o de las “compras”; es el tiempo del amor, de la paz y de la lucha por una mejor familia. El ejemplo no los da la Familia de Belén, que a pesar de las dificultades para conseguir un lugar en donde estar, creyeron y una estrella los guió hasta aquel lugar donde renace la esperanza. La esperanza que podemos encontrar en ese familiar que vemos en las mañanas, con quienes compartimos un tasa con café; con el campesino que se levanta en las mañanas y se coloca su mascarilla para salir a buscar el pan de cada día; en la madre que preocupada por sus hijos, se sentó con él frente a una computadora a ayudarle en las tareas, para que sea el hombre del mañana; en la maestra que se prepara todos los días por llevarle el conocimiento a otro; en el personal de la salud que se ha dejado la vida por brindar una oportunidad para aquellos contagiados de poner respirar aire puro y volver a compartir con sus familiares. Es ahí donde se vive y sea hace tangible la Navidad. Regalemos una sonrisa a aquellos que más lo necesitan, aquellos que han perdido las fuerzas pensando que este año ha sido el peor de su vida, sin darse cuenta de que es afortunado por tener la oportunidad de abrir los ojos y poder respirar un día.
Este año trajo consigo situaciones muy difíciles: indicios de una Tercera Guerra Mundial, catástrofes naturales, incendios que acabaron con gran parte de la fauna y flora de varios países y un aumento en la tasa de suicidios. Muchos pensaron en señales apocalípticas y asociaban los sucesos con señales del fin del mundo. Sin embargo, estamos próximos a terminar esta etapa difícil para el mundo, teniendo en cuenta que tendremos un nuevo año para mejorar nuestra sociedad y nuestro interior. Créanme que no todo lo que ha sucedido en nuestro 2020 ha sido malo: hemos tenido la oportunidad de compartir con nuestras familias, que tanto sufren nuestra ausencia por lo agitado de nuestro diario vivir; le dimos un respiro a nuestro planeta y a nosotros mismos; logramos entender que el mayor regalo de NAVIDAD es la salud y la familia.
Después de la tormenta, sale el arcoíris, al final de túnel está la luz y dentro de ti está la capacidad de salir adelante y de comprender lo importante que son las personas que nos rodean. Estas fiestas que se acercan deben ser sinónimo de recogimiento, de análisis personal, pero sobre todo de alegría de poder ver a nuestros seres queridos con salud. No es el momento de mostrar quien pueda mas que el otro, es momento de ser empáticos con los que sufren. Este virus nos alejo físicamente, pero no logrará eliminar la esperanza y el amor que sentimos por las personas que están cerca de nosotros o han dejado de estarlo.
La felicidad de la Navidad y del Año nuevo que se aproxima debe ser la razón por la cual jamás perdamos la esperanza.
(Por: César Augusto Guevara/Estudiante de Odontología/Mi Diario)