El pesado y triste estigma de desigualdad que carga nuestro país se refleja con énfasis en la población indígena, la que equivale a más del 12 % de los panameños.
Sus comunidades viven inmersas en la pobreza y pobreza extrema, casi en su totalidad, sin que las inversiones que hacen las distintas administraciones de gobierno permitan revertir estas cifras.
Cada personaje que accede al Palacio de las Garzas llega con su plan para las poblaciones indígenas, pero lo hacen ignorando los programas que previamente se desarrollaron, así como las iniciativas propias que esta población tiene para su progreso. En otras palabras, trabajan para los grupos originarios, sin los principales protagonistas.
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Pero tan calamitoso como esto son los programas de apoyo que se aplican (subsidios), y que más parecieran estar dirigidos a satisfacer cifras y estadísticas, que a darle a las personas herramientas permanentes para su progreso y nivelación social.
Si queremos el desarrollo del país, debemos procurar el progreso inteligente de nuestros pueblos indígenas.