En medio de la humedad y calor extremo que se vive en el Darién, hombres encapuchados se aprovechan de la necesidad de los migrantes para cometer sus fechorías.
Las cifras son alarmantes y de momento el Gobierno Nacional ha enviado malas señales, como ordenarle a Médicos Sin Fronteras que suspendieran su operación desde el 4 de marzo. La agrupación reportó el incremento de abusos y violaciones sexuales en los meses de enero y febrero.
Dos reporteros de The New York Times se adentraron en la selva darienita y ahí conversaron con múltiples migrantes que revelaron datos sobre la forma en la que los malhechores se comunican.
Docenas de víctimas, todas las cuales hablaban español, dijeron al periódico estadounidense que los perpetradores hablaban entre sí en un idioma indígena.
Algunas personas dijeron que fueron robadas múltiples veces, por hombres hablando un idioma indígena y, por separado, por hombres hablando español con acento colombiano.
Un representante de la policía colombiana declinó comentar al Times sobre la violencia en la selva.
En otras entrevistas, varios líderes indígenas dijeron que algunos perpetradores podrían venir de sus aldeas, e instaron a la policía de fronteras panameña a investigar.
Tulio Rosales, un líder en la aldea Emberá de Villa Caleta, llamó a la policía de fronteras a “poner más fuerza” en la protección de migrantes.