En la comunidad de El Cacao, en el distrito de Capira, todos se conocen. Los saludos y el buen trato entre sus residentes hacen de este un lugar especial.
A unos 45 minutos de la vía Panamericana, es un pueblo lleno de particulares costumbres que lo distinguen, comenzando con su peculiar nombre. Es un poblado lleno de verdor y frondosos árboles frutales y maderables, una verdadera joya de la naturaleza.
Pero su exuberante flora y fauna que atrapan las miradas de los visitantes no es lo único que lo hace especial. Es tierra de hombres y mujeres laboriosos que desde tempranas horas salen acompañados de los primeros rayos del sol a realizar sus faenas diarias en la agricultura y ganadería.
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Una de las singularidades de El Cacao es que tiene como protector a la imagen del Santo Cristo Salvador de La Agonía el que, según sus devotos, a través de su presencia los “acompaña durante el sol de verano ardiente y en el invierno arropa las paredes de las humildes casas con su presencia”.
La festividad del Santo Cristo Salvador de la Agonía es el 25 de febrero.
Desde el mes de junio y entre finales de diciembre y principios de enero la imagen recorre las 14 comunidades de El Cacao.
Más de 5 mil medallas de plata le han obsequiado los feligreses.
Imagen tiene un tamaño aproximado de 12 pulgada de alto por 6 anchos.
Cómo llegó
Los relatos sobre su llegada a este pueblo son muy variados y es imposible distinguir qué aspectos son reales y cuáles son alegóricos, pero lo cierto es que las personas longevas de esta humilde comunidad comentan que la imagen ya existía desde antes de la Guerra de los Mil Días, por allá por 1899, cuando Victoriano Lorenzo se movía por estos lares.
Loreto Tamayo Mendoza, de 94 años y la persona con más edad en la comunidad, contó que cuando él llegó a El Cacao por la década de los años 1950 los adultos mayores le comentaron que al Santo Cristo Salvador de La Agonía lo habían mandado a confeccionar a Colombia, debido a una epidemia de sarampión que se registró y que causó la muerte de un centenar de personas.
Contó Loreto que las personas eran envueltan en hojas de tallos y enterradas en fosas comunes de dos en dos. Agregó que a las víctimas le salía gran cantidad de sangre por los poros, y no habían terminado de enterrar a unos cuando ya tenían que ir a otras casas a buscar otros cadáveres.
Preocupados por la pandemia, el señor Nicolás de León, que vivía en en Cirí Grande, y la señora Petita Hoyo y otras personas de El Cacao, se reunieron y le pidieran a Dios que les diera una imagen que se llamaría Santo Cristo Salvador de La Agonía.
Tarea de todos
Sentado en su hamaca sosteniendo su bastón de madera hecho con la rama de un árbol, el señor Loreto siguió relatando que decidieron recolectar dinero, a razón de entre 15 a 20 dólares por hogar. Lo colectado se lo dieron a unas personas que a menudo viajaban hacia Colombia, donde mandarían hacer la imagen de plata.
Pasaron semanas, luego meses y la comunidad pensó que les habían robado el dinero, narró Loreto bien lúcido. Finalmente llegó y a los días la epidemia fue desapareciendo.
Se lo querían robar
El anciano, de sombrero desgastado por el tiempo y manos ásperas por el duro trabajo del hombre de campo, siguió contando que durante la Guerra de los Mil Días soldados colombianos del gobierno central intentaron llevarse la imagen alegando que Victoriano Lorenzo les estaba ganando gracias a la intercesión del Santo Cristo Salvador de La Agonía.
Así que la comunidad corrió y la escondió en el cerro El Tigre en Capira durante varios meses hasta que se aplacó la guerra. Terminado el conflicto, la imagen quedó bajo la custodia de un residente llamado Santo Ovalle, que la cuidó en su casa. Allí pasó años hasta que falleció el señor Santo, quedando con la responsabilidad su hijo de nombre Antonio, quien la resguardó hasta que se construyó la capilla.
Milagroso
A pesar de que muchos desconocen de su existencia, la imagen del Santo Cristo Salvador de La Agonía tiene mucha devoción. Sus seguidores de El Cacaco y otras comunidades de Capira, La Chorrera, Chame y otras regiones de Panamá Oeste dan fe de sus milagros.
Uno de ellos es Benito Martínez, de 80 años, a quien hace dos años le detectaron cáncer de tiroides y los médicos lo habían desahuciado. Estando 15 días hospitalizado en el Instituto Oncológico Nacional con fe le pidió Santo Cristo que lo sanara y ofreció un cuerpito de plata (especie de medalla). Para su fortuna, no fue necesario que lo operaran. Dos años después sigue vivo y hasta trabajando el campo con su machete, motete y botas, algo que pensó no volvería a hacer.