Antes de las elecciones del 2019 hubo hasta una campaña para renovar la Asamblea, y aunque la actual cambió un poco, no es mejor que la anterior. Hay fichas que nunca debieron llegar allí. Son todo menos diputados.
Si bien es cierto la Asamblea Nacional representa al pueblo, no puede permitirse que esté llena de rufianes, de políticos chantajistas y violentos, que usan el micrófono para enlodar a todo el mundo y para someter al que se le ponga por delante sin ninguna prueba.
Hoy las críticas son para el violento Jairo “Bolota” Salazar, pero ha habido duros señalamientos contra diputados como Crispiano Adames, Raúl Pineda, Roberto Ábrego, Zulay Rodríguez, Benicio Robinson, Arquesio Arias y muchos otros, pero siguen allí. Tienen proyectos personales y son un peligro para nuestra débil democracia.
Lo denunciado por una diputada es solo el reflejo sobre en qué manos está ese Órgano del Estado, que discute en estos momentos reformas al Reglamento Interno para mantener todos sus privilegios, entre esos la impunidad, porque varios de ellos parecen más pandilleros que padres de la patria.
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