Uno los cargos más importantes del país es el de contralor general de la República. Por esa razón es nombrado por el poder Legislativo y solo puede ser destituido por la Corte Suprema de Justicia. Incluso, tiene derecho a voz en el Consejo de Gabinete.
Pese a las reformas recientes a la Ley Orgánica de la Contraloría para limitar su papel, la Contraloría tiene el deber de fiscalizar y regular el manejo de fondos y otros bienes públicos e incluso puede demandar ante la Corte Suprema de Justicia cualquier norma, ley o acto que, a entender del contralor, afecte los patrimonios públicos. También puede ordenar investigaciones encaminadas a determinar si la gestión de manejo de fondos y demás bienes públicos se ha realizado de manera correcta y de acuerdo con las normas establecidas.
Como se observa es una enorme responsabilidad en favor de los ciudadanos que al actual contralor Gerardo Solís le ha quedado grande. Los últimas investigaciones sobre el reparto ilegal de los fondos de la descentralización en plena campaña política en favor de políticos afectos al precandido oficialista la presidencia de la República.
Con su actitud pasiva está siendo cómplice de cómo se tuerce la democracia. Porque, sí, señor Solís. La democracia no es solo votar. Tiene que ver mucho con su trabajo. Por supuesto que sabemos que la Asamblea Nacional lo nombró a usted el 13 de agosto de 2019 con 68 de los 71 diputados. Lo hicieron porque es y siempre ha sido leal -por más que en una ocasión se postulara como precandidato independiente- al partido gobernante.
Señor Solís, sabemos que usted ha defendido a esas castas políticas disfrazadas de “poder popular”. Tenga dignidad, olvídese de estar dándole palmaditas en el hombro a sus copartidarios y haga su trabajo.
La Contraloría debe de estar del lado de la ciudadanía, no del poder. De lo contrario quedará como el peor contralor de nuestra historia democrática. Póngase del lado del pueblo para que no le roben más y no se cometa un fraude electoral institucionalizado.