Ahora que se acabó la farra del carnaval toca recordarle a la Asamblea Nacional que aunque se aumenten el presupuesto cuando ellos quieran y tengan más de 200 millones de dólares a su disposición, no pueden hacer lo que les da la gana porque no son un Estado paralelo ni una finca particular.
Son un órgano oficial y de acuerdo a la Constitución Nacional, el primero del Estado panameño, pero se comportan como una “banda organizada” a la que no le importa nada. Tienen una avaricia desmedida.
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Pero hoy los diputados deben retornar a su trabajo porque se fueron de rumba de carnaval desde el pasado jueves cuando cerraron la sesión a eso de las once de la mañana. Y es que ante cosas tan básicas como cumplir el horario de trabajo del resto de los servidores públicos, ellos optaron por el privilegio.
La falta de empatía de la Asamblea con el pueblo es monumental. Mientras la mayoría de los panameños atraviesa por una crisis económica y se ingenia para conseguir empleos, ellos tratan de demostrar sin recato que son los déspotas mejor pagados del momento.