Lo que comenzó como un experimento en la provincia del Darién con el control de muchas de las actividades de esa región por parte de los estamentos de seguridad se ha ido extendiendo a todo el país.
Carentes de una política de seguridad coherente y continua, los distintos gobiernos en los últimos 20 años, por lo menos, han dejado en manos de los uniformados las estrategias de control de la criminalidad y la seguridad de la población.
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De allí que no es de extrañar que en coyunturas particulares Panamá parezca una país que atraviesa un conflicto armado. La misma ciudadanía se ha acostumbrado a esa dinámica y en muchas situaciones reclama esa presencia policial.
Esa distorsión fundamentada en la incapacidad de los gobernantes puede pasarnos factura en un futuro, de allí la importancia de que se promueva el desarrollo de iniciativas ciudadanas de civismo, tolerancia, responsabilidad y autocuidado.
Pudiera parecer utópico, pero más distópico resultaría que cada individuo tuviera que manejarse al resguardo de una unidad policial, y hacia allá nos están educando.