Por años y de manera progresiva los consumidores en el país vienen enfrentando altos costos, tanto en alimentos y medicamentos, como en otros productos.
Panamá ha pasado de ser un lugar accesible a uno de los más caros del continente para vivir, y esto en muchos casos se ha dado en medio de puras especulaciones y sin que los distintos gobiernos apliquen estudios para ver qué está sucediendo y prevenir que la carestía y la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores se salga de control.
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Por ello, resultan traumáticas muchas de las decisiones que se están adoptando ahora al calor de un diálogo que buscó aplacar la gran revuelta ciudadana. La población, sobre todo la más necesitada, requiere de respuestas rápidas. No obstante, estas no pueden darse atropellando el esquema productivo del país para salir al paso.
Nuestro país requiere revisar su modelo distributivo, pero ello debe darse en una discusión donde participen todos los actores. Es fundamental para que las soluciones sean las mejores y a largo plazo.