La audiencia de los principitos Martinelli Linares fue como una versión vulgar de la Carta al Padre de Kafka, donde el famoso autor desde la cárcel le reclama a su progenitor por sus miedos, inseguridades y desconfianzas y lo tilda de mercenario, iracundo y renegado.
Los hermanos panameños por medio de sus abogados se pintaron como niños asustados y admitieron que no era fácil acusar a su padre, pero dejaron claro que él fue el funcionario de alto rango que les dio la orden como padre autoritario para que cobraran las coimas para él.
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Aunque les restan 13 meses de cárcel y dos años de libertad vigilada, y con imputaciones pendientes en Panamá, los Martinelli Linares tienen el tiempo suficiente para ir cooperando con las autoridades panameñas o, por el contrario, recuperar su papel de arrogantes, como los tildó el juez estadounidense.
Ya sabemos que la codicia de su padre no tiene límites, pero solo el tiempo dirá si el perdón de los hermanos Martinelli Linares en la audiencia histórica de Nueva York fue sincero o prefieren retomar la vida de opulencia, poder y robos, como la de un tiburón que es capaz de tragarse a dos principitos.