Mañana sábado se cumplen 20 años de los ataques terroristas contra EE.UU. que dejaron más de dos mil muertos y desencadenaron la guerra de ese país contra Iraq y Afganistán, cuyas heridas todavía no se cierran, a pesar que las tropas estadounidenses y de sus los aliados se retiraron de ambos países en medio de críticas y reproches.
El tiempo ha pasado rápido y sobran las lecciones.
LEA TAMBIÉN: Cientos de salvadoreños protestan por fallo que habilita reelección de Bukele
Veinte años después no tenemos un mundo más seguro.
Los esfuerzos para que se respeten los derechos humanos en el planeta siguen hoy más vigentes que nunca y lo que pasa en Kabul con el regreso de los talibanes al poder es un ejemplo patente.
Los miedos están ahí. Los ataques terroristas no han parado, la guerra nuclear sigue siendo una amenaza real y ello impone que tanto las potencias mundiales como los países en desarrollo, de una vez por todas reactiven la diplomacia, como la única arma para resolver los conflictos porque ya vimos que ni los fusiles ni los miles de millones de dólares gastados en dos guerras larguísimas producen seguridad y paz.