Los chilenos rechazaron el domingo por amplia mayoría una nueva Constitución, porque no se sienten identificados con el nuevo texto, catalogado por algunos como radical, pero nadie puede negar que los suramericanos internamente tratan de resolver los reclamos de una sociedad, que no quiere crecimientos cosméticos y selectivos, sino desarrollo social para todo Chile.
Acá en el trópico panameño ni siquiera existe la mínima intención de discutir sobre este vital tema, porque el gobierno, empresarios y sectores sociales siempre han asegurado que nunca es el momento para tener una nueva Constitución y no los parches que se le han puesto a la elaborada por los militares.
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El tema no es de importancia menor, porque en el Estado panameño se han enquistado bandas políticas que están a punto de dejarnos sin recursos y sin democracia. Si no se ponen límites reales y certeros van acabar con Panamá.
La reforma constitucional es una promesa pendiente, pero ha faltado liderazgo para que tengamos una Carta Magna que asegure el presente y el futuro de los panameños.