Los estudiantes panameños tienen muy poco que celebrar este día. Al ser Panamá uno de los países del mundo donde las aulas de clases han estado cerradas por mayor tiempo a causa de la pandemia por la covid-19, casi no hay dudas de que las secuelas en el proceso de enseñanza-aprendizaje serán considerables. Ya lo advirtió la instancia de Naciones Unidas para la infancia, Unicef, en un informe emitido el mes pasado, donde detallaba que en más de la mitad de los hogares panameños se consideró que la calidad de aprendizaje de los estudiantes no era la adecuada.
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Y aunque el proceso hacia la educación con presencialidad en las escuelas se inició, no deja de molestar que este sea a pasos de tortuga, mientras que las actividades de entretenimiento, ocio y lúdicas son promovidas casi a empujones.
Ello es una clara señal de cuáles son las prioridades de las autoridades en este país, ya en deuda -desde antes de la pandemia- con la educación. Y si no variamos este pensamiento, estamos condenados como sociedad a la mediocridad.