El coronavirus nos tiene tan encerrados que ahora todo es teletrabajo, teleconferencias, telellamadas, telereuniones. Es como una “teletragedia”, porque si algo puede reprochársele a esta epidemia es que ha logrado que todos sigamos viviendo en nuestra burbuja. En nuestra pequeña tribu para sobrevivir.
Apenas accedes a las redes sociales, te encuentras con gente que te manda a ser creativo, a comer dos veces al día, pero es solo un reflejo de la desigualdad y del egoísmo que nos ha separado y alejado de los derechos básicos que deben tener las familias: comida, vestido, trabajo, educación y viviendas. Eso ya se ve como un “teleprivilegio”.
Nuestras comarcas y barrios están llenos de pobres, pero los “teleladrones” se siguen robando la plata. Ahora pretendemos que con unos bonos y bolsitas de comida, que no sabemos cuánto cuestan, no gruñan más las barrigas de los excluidos.
Para algunos la pobreza los sorprende, pero para otros es su vida diaria. Ojalá esta pandemia nos haga “telepositivos” y nos demos cuenta de que vivimos en un Panamá con dos sistemas de salud, dos sistemas educativos y un reguero de pobres. ¿Eso a quién beneficia?