¿Qué es la felicidad y cuáles satisfacciones emocionales o materiales la garantizan? Esa es la pregunta que más de uno se hace cada vez que salen a la luz esos informes sobre el nivel de felicidad en las distintas naciones del mundo.
Suplir las necesidades elementales de la vida, vivir en un país donde prospera la justicia social, la paz y la seguridad son, entre otros muchos aspectos, variables que influyen en un buen nivel de bienestar.
Hoy que se celebra el Día Internacional de la Felicidad, instituido por la ONU, bien vale la pena reflexionar sobre qué tan a gusto estamos los panameños, una sociedad que cuando se trata de estadísticas macroeconómicas pareciera avanzar por la senda de los países en desarrollo, pero donde en realidad 280 mil personas pasan hambre a diario.
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Nuestros gobernantes deberían garantizar que la inmensa mayoría de los panameños seamos felices, y para ello deben aplicar políticas públicas que fomenten el bienestar, el desarrollo, la igualdad, la paz y la justicia.
¿Lo hacen? Definitivamente que no. Usan el poder y las prerrogativas que tienen para ser felices ellos y su entorno inmediato.