Con la actual Asamblea Nacional integrada por 71 diputados no se puede ser tibio. Hay que barrerlos a todos en el 2024 y desde ya hay que tomar nota.
Esto no es un ataque ni un capricho, sino lo que requiere el país para sobrevivir.
En medio de la pandemia de la covid-19, el órgano del Estado que frenó la rebaja del salario estatal fue la Asamblea, pero ellos siguieron gastando millones de dólares en contrataciones sin rendir cuentas.
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Ahora más que nunca bajo la presidencia de Crispiano Adames, la Asamblea Nacional, se cree un Estado autónomo y por encima de la Constitución Nacional.
Acaban de blindar a funcionarios políticos sin concursos mientras el resto del país está sin empleo y el cómplice órgano Ejecutivo trata de hacer cosméticos ahorros en su planilla.
De los actuales diputados no debe quedar ninguno. El cáncer hay que extirparlo de raíz para dar pie a una reforma constitucional que modernice y ponga límites a todos los órganos del Estado porque sino esta banda de diputados no va a dejar sin recursos y sin país.