Ahora que el pichón de dictador en El Salvador le impone mano dura a las maras, con las que se denunció que había pactado, acá hay varios haciéndole barra y pidiendo que se criminalicen los barrios porque les parece bien la represión contra las zonas rojas.
Nadie puede negar la preocupación creciente por la inseguridad en Panamá, pero antes de alentar la fracasada mano dura, ¿por qué no proponemos un programa de prevención e intervención social y cultural en los barrios y aplicamos esa represión primero para acabar con las pandillas de políticos, diputados, ministros, alcaldes, representantes, empresarios lavadores, sindicalistas vendidos, funcionarios corruptos, empresarios nada transparentes, etc. y etc.?
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Es decir, es muy fácil desde una esquina estigmatizar a los barrios rojos, pero dejar que la pandilla de cuello blanco integrada por políticos y corruptos con su ropaje de legalidad siga impune en un país, donde el principal problema es la corrupción y su impunidad.
Atrévanse a combatir las pandillas, pero todas, la selectividad es dañina en El Salvador y en Panamá.