La palabrita “revolución” da miedo a muchos por su connotación violenta y sorpresiva, pero en Panamá lo que necesita nuestra educación es una verdadera revolución pacífica, que ponga en el centro del sistema público a los estudiantes, padres de familia, docentes y autoridades.
La educación privada no puede ser solo para los que tengan más recursos e ingresos. Por el contrario, si hay algo que debe ser lo más social y público de la vida es la educación. Sigue siendo la llave de la movilidad social con dignidad y por ello debe contar con igualdad de oportunidades para todos.
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No necesitamos una ministra que hable bien, sino que no se gaste el 83% del presupuesto en pagar planilla política, que las escuelas no tengan todavía docentes nombrados como pasa en la Escuela Ernestina Sucre de Pocrí de Los Santos, que este año gradúa a su primer bachillerato marítimo, pero no tiene profesores de Física ni de Marina.
La educación debe ser el tema de Estado que abracemos todos los panameños sin ningún tipo de sesgo o reparo, porque de su calidad depende nuestro presente y futuro.