Los últimos en la cadena de producción son los consumidores y hoy están más golpeados que nunca.
Deben sobrevivir con salarios recortados, vales raquíticos y en la informalidad, porque el empleo formal y decente casi está desapareciendo.
Con esa realidad, los panameños tienen que hacerle frente a sus necesidades diarias. Ya no es un secreto que la cosa está dura, pero nadie habla de llevar productos de calidad y baratos a los consumidores. Esto se está convirtiendo en un privilegio y no debería ser.
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Desde las medicinas, los combustibles, las frutas, las legumbres, las carnes, los productos de limpieza y otros aumentan sus precios todos los días. Casi todo se ha incrementado de costos en plena pandemia y para las autoridades esto es normal en Panamá y en otras partes del mundo. No se trata de generar inestabilidad entre los diferentes sectores, pero hay productos por encima de lo normal y si esto no llega a estabilizarse será otro elemento que se sumará al cansancio social, que es peligroso para todos.