El reloj marcaba las 6:00 de la mañana cuando nos reunimos en la terminal de Albrook. Éramos un grupo de periodistas, junto al equipo del Ministerio de Ambiente (Miambiente), con una misión clara: adentrarnos en la provincia de Darién y ver de cerca el daño que están sufriendo sus bosques. Con el viaje preparado y la determinación de conocer la magnitud de la crisis, nos preparamos para salir hacia Darién.
La carretera Panamericana se desplegaba frente a nosotros, pero conforme avanzábamos, el trayecto se intensificaba cada vez más irregular y desafiante. Atravesábamos paisajes espectaculares bajo lluvias intermitentes, mientras el barro y los baches parecían anuncios del difícil terreno que nos esperaba. Sabíamos que nos dirigíamos hacia una de las zonas más afectadas por la deforestación y la tala ilegal en Panamá, pero estábamos a punto de conocer la magnitud de esta crisis de primera mano.
Varias horas después, llegamos finalmente a Metetí corregimiento de la provincia de Darién donde el equipo regional de Miambiente tenía una ruta planificada. Nos sumamos a ellos y, guiados por su conocimiento del terreno, nos internamos en el corazón de esta problemática como Quebrada Muerto y Aruza, en Pinogana, donde la tala ilegal y el comercio de madera han marcado con cicatrices profundas el paisaje.
Los troncos caídos y abandonados eran testigos silenciosos del daño irreversible que se está infligiendo a estos bosques. Aquellos imponentes árboles, que antes dominaban la selva con su majestuosidad, ahora yacen destruidos, mientras la fuerza vital de estos ecosistemas se desvanece lentamente.
Durante el recorrido, el equipo de Miambiente nos explicó cómo estas prácticas ilegales han afectado los bosques maduros, devastando ecosistemas que tardaron siglos en formarse.
El Ministerio, de acuerdo con la ley, ha intervenido en varias de estas áreas, sin embargo, la magnitud del problema parece desbordar los esfuerzos iniciales. A medida que avanzamos, el paisaje devastado nos dejó una sensación de impotencia, pero también de urgencia. El daño es enorme y el tiempo se está agotando.
La deforestación en Darién ha alcanzado niveles alarmantes, y no es solo la tala ilegal lo que amenaza a los bosques. La presión de actividades como la ganadería ha convertido a esta región en un punto crítico para la conservación. La expansión de la ganadería, impulsada por el desmonte de grandes áreas forestales, ha generado una pérdida acelerada de la biodiversidad. Las áreas que alguna vez fueron parte de los ecosistemas ricos de Darién, hoy se encuentran desprotegidas, sin un futuro claro.
Durante una parada para comer sancocho de gallina de patio en la finca agroforestal El Roblecito de la familia Bravo López, Maximiliano Bedoya Ruíz, director nacional de Comunicación de Miambiente, nos ofreció una reflexión directa sobre la situación. “Quiero dejar claro algo”, comenzó. “Sí, hay deforestación. Sí, hay extracción ilegal de madera. Y sí, el Ministerio tiene que hacer cumplir la ley, aunque algunos no estén de acuerdo.
El Ministerio de Ambiente no está para frenar el progreso, sino para hacer cumplir las leyes que protegen el futuro de todos”. Esta postura, clara y decidida, nos dio un entendimiento más profundo de los esfuerzos que se están haciendo para frenar la devastación de los bosques.
Las palabras de Bedoya dejaron claro que la implementación de la ley es vital, pero también reconoció que los intereses de todos los sectores deben ser considerados en un equilibrio para poder encontrar soluciones reales.
La situación es crítica, y para frenar este avance, el Ministerio de Ambiente ha suspendido permisos de aprovechamiento forestal en áreas clave como las comarcas Embera Wounaan y Wargandí. Frente a la gravedad del problema, se está considerando extender la veda forestal para dar un respiro a los bosques en peligro. Esta medida, que busca proteger áreas claves de los ecosistemas más afectados, es solo una parte de un esfuerzo más amplio para restaurar el equilibrio en una región devastada por décadas de explotación sin control.
Mientras seguíamos el recorrido, nos encontramos con más testimonios de la gente local. Los residentes, aunque afectados por las restricciones, reconocen que la protección de los bosques es esencial para su propio bienestar y el de sus hijos.
En el viaje de regreso, en el autobús, Segundo Sugasti, un darienita de toda la vida, nos contaba cómo antes de la carretera Panamericana, los darienitas dependían de los ríos y la agricultura para salir adelante. “Aquí teníamos hasta tres aerolíneas y 12 aeropuertos chiquitos en toda la provincia”, nos decía con orgullo. Todo eso cambió cuando llegó la carretera en los años 70, trayendo consigo la colonización y, poco a poco, la pérdida de los bosques.
Hoy, Darién se enfrenta a una dura realidad: se pierden ocho hectáreas de bosque primario cada día, y el avance de la ganadería está arrasando con todo. Sin embargo, la visión del ministro actual es clara: recuperar el control, hacer que se cumplan las leyes y proteger lo que queda. Como nos dijo Sugasti, “donde no hay supervisión, la gente hace lo que quiere”.
Esta es la historia de Darién, un lugar donde la naturaleza y el desarrollo parecen enfrentarse día a día. Aquí, el desafío es enorme, y nos quedó claro que salvar estos bosques depende de mucho más que leyes; depende del compromiso de todos los panameños para frenar la destrucción y dar un respiro a este pulmón verde del país.
Pero la implementación de la ley y las nuevas regulaciones no ha sido fácil, ya que la necesidad de recursos para sobrevivir y la falta de alternativas sostenibles complican el panorama. No es un tema fácil, ya que la situación requiere una cooperación activa entre el gobierno, las comunidades y las empresas.
El llamado es claro: la defensa de estos bosques depende de todos. Miambiente insiste en que la ciudadanía tiene un papel esencial, denunciando cualquier actividad que destruya el patrimonio natural de Darién. A través de canales de denuncia y el monitoreo constante, se puede frenar la deforestación ilegal y garantizar que los recursos naturales de la región no se sigan agotando a un ritmo insostenible.
En cada tramo de esta travesía, nos quedó claro que la protección de los bosques no es solo responsabilidad de un ministerio, sino de todos los que valoran y dependen de estos recursos únicos. Es responsabilidad de todos los panameños, de la comunidad internacional y de las generaciones futuras. La lucha para salvar los bosques de Darién no es solo una cuestión ambiental, sino una cuestión de justicia social y económica para las comunidades que dependen de ellos.
Este recorrido por Darién no solo nos mostró la belleza de sus paisajes, sino también la urgencia de actuar. Con la ley en mano y la colaboración de todos, todavía hay esperanza para salvar lo que queda de estos ecosistemas vitales. Pero la lucha apenas comienza, y solo con la participación activa de cada panameño, los bosques de Darién podrán sobrevivir.
La regional del ministerio de esta provincia, con apoyo del proyecto Darién Sostenible, ejecutado por Ancon, inicio restructuración del vivero, el cual servirá para propagar la vida de la especies forestales y brindar un servicio ambiental a las áreas protegidas y zonas de conservación de la provincia de Darién.