Hace 50 años, y como cosa del azar, un lunes 24 de mayo, pero de 1971, la tragedia invadió el país y, sobre todo, el distrito de La Chorrera por el impactante accidente vial que se registró en el puente de las Américas.
El bus número 20 de la ruta 12 La Chorrera-Panamá, con 43 pasajeros a bordo, se estrelló en la vía (en ese entonces la única que unía el continente) y cayó unos 160 metros, altura comparable con un edificio de 12 pisos. 38 personas murieron de forma instantánea, todas residentes en la barriada San Antonio.
El accidente pasó a la historia como uno de los más terribles del país por la cantidad de fallecidos.
Sobrevivientes
Cinco personas sobrevivieron a ese fatídico hecho, una de ellas Cándida Jiménez Rodríguez, quien hoy día es madre de 7 hijos, además de tener 9 nietos y 10 bisnietos.
La señora Cándida tenía 31 años cuando enfrentó a la muerte y los momentos de angustia y desesperación. Hoy, a sus 81 años de edad, su testimonio es uno de los que recoge el dolor y el recuerdo de sus vecinos que murieron ese día.
Sentada en el portal de su casa en la barriada San Antonio, Cándida recuerda que como era habitual, ese día se levantó feliz y se preparó, luego abordó el bus N°20 y sus compañeros le hicieron bulla como cada madrugada al ingresar al transporte.
Tenía programado encontrarse con su esposo en la antigua Tabacalera Nacional que quedaba cerca del Cuartel Central de la Guardia Nacional, en la avenida A, para desayunar juntos. Pero no esperaba que un viaje de esos que hacía todos los días terminaría siendo una desgracia.
Ella estaba sentada en el medio del sillón que estaba detrás del conductor, junto a Luis de Hoyos y al otro costado un hombre de apellido Martínez. Ambos fallecieron.
Maldita regata
Narró la sobreviviente que cuando iban subiendo para entrar al puente de las Américas el bus N°20 comenzó a hacer carrera con el bus N°43; de repente, el vehículo donde viajaba Cándida y donde minutos antes había risas, relajos y comentarios de algunos chismes entre compañeros, se desvió y se fue contra los cables de acero de protección del puente y quedó guindado.
Las personas comenzaron a gritar desesperadamente y todos comenzaron a llamar al conductor por su nombre para que reaccionara, pero este estaba inconsciente y fue cuando las personas corrieron hacia adelante, haciendo que el bus cayera más rápido.
Con lágrimas, esta antonera de nacimiento contó que en ese momento gritaba y lloraba mucho, solo pensaba en sus hijos y se preguntaba con quién se iban a quedar, a la vez que le pedía a Dios por su vida.
Estando abajo, entre los hierros retorcidos del bus, recuerda que gritaba mucho y su cuerpo había quedado todo morado producto de los golpes.
Su esposo, al llegar a la escena del accidente, comenzó a destapar las sábanas que cubrían los cadáveres y en esa búsqueda encontró varias pertenencias suyas, pero no la halló.
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En esa incertidumbre se le acercó un militar y le informó que cinco personas quedaron semiinconscientes y que se los habían llevado al Hospital Gorgas. Entre ellos estaba Cándida, solo con fractura en un fémur y una lesión en el bazo. Por la fractura fue operada y le colocaron un clavo, que aún conserva como recuerdo (ver foto); luego, demoró 9 meses para volver a caminar.
Heridas abiertas
Mayanín Soo Moreno, de 66 años, es la hermana de Arelis y Santiago Soo, ambos murieron ese día en el aparatoso accidente. A pesar de que han pasado cinco décadas, hablar del tema trae mucho dolor. Ella recuerda que ese día estaba en la Escuela Pedro Pablo Sánchez cuando corrió la noticia en los pasillos de que el bus N°20 se había caído del puente.
Contó que su hermano Santiago, de 19 años, estaba en el último año en la Escuela de Artes y Oficios, mientras que su hermana iba a trabajar.
Mayanín, de solo 15 años entonces, rememora que a pesar del dolor que sentía en ese momento, tenía que ser fuerte por su madre, que estaba destruida.
“Yo no quise preguntar mucho, ya que quise poner en mi mente que mis hermanos se fueron de viaje y que era placentero y que algún día se volverán a encontrar”, expresó con lágrimas después de 50 años.