Este año 2021 será un buen año si cuidamos a los otros, como hace la Virgen con nosotros, señaló el Papa Francisco en la homilía de la misa de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, celebrada este viernes 1 de enero de 2021 en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
La homilía del Pontífice la leyó el Secretario de Estado, Cardenal Pietro Parolin, al no poder presidir el Santo Padre la Misa por encontrarse afectado por una dolorosa ciática.
En su homilía, el Papa animó en el inicio de este año a encontrar tiempo para alguien. El tiempo es una riqueza que todos tenemos, pero de la que somos celosos, porque queremos usarla sólo para nosotros.
“Hemos de pedir la gracia de encontrar tiempo para Dios y para el prójimo: para el que está solo, para el que sufre, para el que necesita ser escuchado y cuidado. Si encontramos tiempo para regalar, nos sorprenderemos y seremos felices”, destacó el Papa.
En la homilía leída por el Cardenal Parolin, el Papa Francisco destaca los tres verbos que se cumplen en María, madre de Dios: “Bendecir, nacer y encontrar”.
En primer lugar, bendecir. El Papa destacó que María, “bendita por gracia”, “nos trae la bendición de Dios” porque “donde está ella, llega Jesús”.
Acogiendo a María somos bendecidos, pero también aprendemos a bendecir. La Virgen, de hecho, enseña que la bendición se recibe para darla. Ella, la bendita, fue bendición para todos los que la encontraron, indicó.
El Papa lamentó que el mundo está gravemente contaminado por el decir mal y por el pensar mal de los demás, de la sociedad, de sí mismos. Pero la maldición corrompe, hace que todo degenere, mientras que la bendición regenera, da fuerza para comenzar de nuevo. Pidamos a la Madre de Dios la gracia de ser para los demás portadores gozosos de la bendición de Dios, como ella lo es para nosotros.
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El segundo verbo es nacer. Subrayó que “San Pablo remarca que el hijo de Dios ha nacido de una mujer”.
Por lo tanto, el corazón del Señor comenzó a latir en María, el Dios de la vida tomó el oxígeno de ella. Desde entonces María nos une a Dios, porque en ella Dios se unió a nuestra carne para siempre.
María no es sólo el puente entre Dios y nosotros, es más todavía: es el camino que Dios ha recorrido para llegar a nosotros y es la senda que debemos recorrer nosotros para llegar a Él.
Jesús nació de mujer y creció pacientemente. Las mujeres conocen esta concreción paciente, nosotros los hombres somos frecuentemente más abstractos y queremos las cosas inmediatamente; las mujeres son concretas y saben tejer con paciencia los hilos de la vida. Cuántas mujeres, cuántas madres de este modo hacen nacer y renacer la vida, dando un porvenir al mundo.
El tercer verbo es encontrar. Los pastores, explicó el Papa Francisco, cuando acudieron al encuentro de María, José y el Niño, no encontraron signos prodigiosos y espectaculares, sino una familia sencilla. Allí, sin embargo, encontraron verdaderamente a Dios, que es grandeza en lo pequeño, fortaleza en la ternura. Pero, ¿cómo hicieron los pastores para encontrar este signo tan poco llamativo? Fueron llamados por un ángel.
Del mismo modo, “tampoco nosotros habríamos encontrado a Dios si no hubiésemos sido llamados por gracia”.
Lo hemos encontrado, pero no debemos perderlo de vista. El Señor, de hecho, no se encuentra una vez para siempre: hemos de encontrarlo cada día, insistió el Pontífice.